Producción: Ozark, Segunda Temporada
Creador: Bill Dubuque
Año: 2018
Plataforma: Netflix

 

En 5 líneas esta temporada:

Tiene mas suspenso que  drama

Introduce nuevos personajes

Reparte mejor el protagonismo

Avanza hacia nuevos conflictos

Sigue recordando a otras series…

 

 

 

Alguien que es llevado al límite de su convención moral a través de la pérdida de su estatus y ante la amenaza de muerte, siempre tendrá una historia que contar. Es esa historia donde la inmersión de los personajes al lado oscuro es gradual y justificable para ellos mismos, los tonos se mezclan y la guía se pierde. Los dramas televisivos contemporáneos han explotado esta historia, y aunque el argumento ya no es novedoso, sí que puede seguir siendo entretenido. Ozark es un ejemplo de esto.

La primera temporada de Ozark estaba concentrada en Martin Byrde (Jason Bateman), un exitoso contador con un matrimonio en crisis que residía cómodamente en Chicago, hasta que entiende que le debe la vida al cartel de drogas más grande de México. El giro que debe dar es arriesgado si quiere preservar la vida de su familia. Pero en esta nueva entrega, la triangulación del drama se abre hacia los demás personajes. La inmersión hacia los terrenos donde la supervivencia y la ambición superan los dilemas morales está presente no solo en Martin, sino en toda su familia. Laura Linney, en su papel de Wendy Byrde, acumula más presencia, sujetando parte de la historia y llevándola hacia nuevos puntos de interés. La transgresión de nuevos personajes aumenta la tensión y nos hace suponer que la persecución de los intereses de Martin ahora será compartida. También se destaca Ruth Langmore (Julia Garner), quien a pesar de la fortaleza exterior, no puede ocultar la pugna interna entre su condición social y la llama aspiracional que ilumina un poco su vida. Su participación en esta temporada me recordó un poco al Jesse Pinkman de Breaking Bad, que no sabía a donde llevar la complicidad con su socio y maestro.

El mundo de Ozark toma una forma de pueblo chico e infierno grande. El lugar no se contaminó con el dinero sucio, solo despertó a su verdadera esencia. El lente azul que ilumina cada episodio enfatiza la atmósfera acuática y fangosa en la que todos sus personajes deambulan. Un sitio donde la decadencia rural convive bien con la decadencia global que trae consigo los grandes capitales, legítimos o ilegítimos.

Para Ozark, el eclipse avanza ininterrumpidamente, es versátil y satisfactorio. No se propone ganarse al espectador a toda costa pero sí aguantar su mirada en la pantalla y convencerlo de ver un episodio más. En ese sentido, la segunda parte es más efectiva. Si en la primera parte ya nos habló de la falacia del sueño americano, aquí nos habla de cómo se aguanta esa falacia. El carácter que va tomando quizás no de para muchas temporadas, pero sí da para esperar con gusto al menos una tercera temporada. Me dejó la sensación de que la contabilidad puede ser algo menos aburrido que hojas de Excel y formularios de hacienda. Claro, depende si tu cliente es El Mayo Zambada o la señora de la papelería.

 

 

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