Producción: 13 Reasons Why
Creador: Brian Yorkey, Diana Son
Año: 2017
Plataforma: Netflix
En cinco líneas esta serie:
Es una adaptación de una novela
Es una producción de Selena Gómez y Netflix
Se centra en el suicidio de una adolescente y su contexto social
Intenta paliar sus carencias narrativas con situaciones y temas escandalosos
Comete el grave pecado de aburrir
13 Reasons Why, programa original de Netflix, producido por Selena Gomez, es la nueva serie de moda entre los jóvenes. Y, aunque ha sido aclamada por la crítica, esto se debe más a la eficacia de la propaganda y las relaciones públicas de la estrella del pop (y a la temática amarillista de la historia) que al hecho de ser un producto bien logrado. Si la motivación de Jay Asher, autor de la novela en la cual se basa este proyecto, fue sensibilizar al mundo respecto a los problemas sociales, mentales y emocionales que sufren los estudiantes de preparatoria, la adaptación que hizo Netflix de su texto logra un efecto contrario. Lejos de generar empatía por las víctimas de acoso escolar o de proponer una reflexión relevante en torno al tema, la serie se enfoca en las mezquindades de un grupo de adolescentes ordinarios, a los cuales su compañera, Hannah Baker (Katherine Langford), responsabiliza de su suicidio.
Lo que empieza como una prometedora historia de misterio —¿por qué se suicidó Hannah y qué revelarán las cintas que envió a sus compañeros antes de matarse?— rápidamente se convierte en una aburrida confesión, plagada de reproches y memorias de escaso valor dramático. Hannah pretende acusar —mientras acosa al espectador con su insistente voz superpuesta de narradora de ultratumba— a aquellos que, en su opinión, pudieron evitar su muerte, pero no lo hicieron. (Bostezo.) Los personajes, representados en su mayoría por actores cachirules de dudosa calaña, más que servir para explorar las complejidades existenciales de la adolescencia —que en las diestras manos de un Herman Hesse pueden inspirar, por ejemplo, Demian— aparecen como caricaturas unidimensionales, que no se comportan ni hablan como lo harían personas de su edad y contexto, sino como cortesanos maleados, achacados por súbitos e inconsecuentes brotes de culpa y atisbos de conciencia moral.
Si la novela de Asher se centra en los personajes de Hannah y Clay (Dylan Minnette), Netflix mejor le apostó a la típica adaptación con reparto coral, bajo la vacua premisa de que toda historia tiene trece lados. (Sí, trece lados que aquí se reducen a uno: el de las atormentadas amonestaciones de Hannah.) Esto, suponemos, con el fin de desplegar todo el expertise que Selena Gomez tiene respecto al tema de ser una rechazada social… (Más bostezos.)
El guion trata, con cerca de una docena de sub-tramas, construir una grande, en la cual todos los personajes se encuentren conectados. Esta propuesta, aunque ambiciosa y digna de considerarse, no consuma lo mucho que intenta. Además, la serie molesta, en gran parte, porque banaliza y explota los problemas sobre los cuales Selena Gomez afirma querer hacer consciente al público. Pareciera que el suicidio de una joven no da para más que una larguísima sucesión de recriminaciones que, lejos de quedar matizadas o enseñar algo nuevo o importante sobre el fenómeno, refleja solo una clara falta de comprensión respecto a las dinámicas sociales y la psicología de la vida adolescente. Así como la música prefabricada, que explota la imagen juvenil para hacer dinero, 13 Reasons Why se siente falsa, forzada y pretensiosa. Su peor error quizás radique en su fallida misión, ya que, lejos de hacer que a uno le importe Hannah, se agradece que este personaje vano, originario de la dimensión del playback, haya decidido suicidarse. Quizás, gracias a ello, no habrá material para una segunda temporada.