Producción: Esto no es Berlín
Dirección: Hari Sama
Año: 2019
Plataforma: 67 Muestra de la Cineteca

 

En 5 líneas esta película:

Habla del underground mexicano

Tiene toques autobiográficos

Es una historia coming of age

Tiene buen diseño de arte

Toca muchos temas y puede no ser concisa

 

   

 

Cuando se habla de la escena rockera en México existen épocas que han marcado la pautas para generaciones futuras. De entre sus vertientes, las más revisitadas quizá sean el rock psicodélico y contestario del Festival de Avándaro y el Rock en tu Idioma. El primero ocurrido entre finales de los sesenta y principio de los setenta, como una respuesta al rockanrol pop de refrito y a su vez como una reapropiación de la música anglosajona. Bandas como La Revolución de Emiliano Zapata, Los Dug Dugs, Ciruela, Three Souls in My Mind y otras tantas formaban parte de esta bancada. La segunda, por su parte, vino a terminar justamente con la injerencia de aquella música extranjera para instaurar una postura política que favorecía a la región latinoamericana e hispanoparlante. Así, a principios de los años noventa aparecieron un puñado de bandas como Café Tacvba, Caifanes, Kenny y los Eléctricos, Fobia, La Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio, Santa Sabina, Bon y los Enemigos del Silencio, entre muchos otros, que interpretaban temas originales en español y formaban un diálogo con la banda de países como Chile, Argentina y España.

Sin embargo, en medio ocurrió un fenómeno poco visitado por la memoria colectiva y que ha sido objeto de muchas menos obras, artículos, libros, análisis o reflexiones como las dos comentadas: el undergorund mexicano.

A principios de los ochenta, la represión estatal a la libertad de expresión (instaurada después de Avándaro) y el poco flujo de capital cultural de otras partes del mundo debido a las políticas proteccionistas, fueron caldo de cultivo para un universo subterráneo, oculto para la mirada conservadora y que representaba para los jóvenes un escape a los problemas circundantes como un medio de expresión. El mundo undergorund de la Ciudad de México que se podía ver en lugares como el desparecido bar Tutti Frutti en Avenida Politécnico o el tianguis del Chopo en la colonia Guerrero, es la inspiración o más bien, el pretexto, para el cineasta Hari Sama dentro de su película Esto no es Berlín (2019), para hacer un ejercicio introspectivo a través de una historia basada en sus propias vivencias de juventud.

En ella, Carlos (anterior nombre del cineasta) es un adolescente de clase media, asiste a un colegio privado y tienen un grupo de amigos que por las tardes causan riñas con otras escuelas. Un día, gracias a la hermana de su mejor amigo asiste a una tocada de goth/synthpop/post-punk y a partir de ahí conoce un universo nuevo que le llama a explorar su lado artístico.

Sama nos cuenta desde una perspectiva personal el quehacer artístico de la juventud chilanga de aquellos años, su gusto por la movida gótica de Inglaterra, Nueva York o España, sus performances y trabajos artísticos en La Quiñonera y sus posturas políticas de cara al mundial México 86 y la represión de los gobiernos priístas. Pero también nos muestra sus preocupaciones y problemas, su camino hacia la madurez y el autoconocimiento, su vida sexual, sus confusiones y sus duelos.

A diferencia de sus cintas anteriores, de ritmos calmados o planos intimistas, Esto No Es Berlín se desprende un poco de la inquietud de su autor por experimentar tanto una historia como un rodaje más concurrido, pues los escenarios y las situaciones mostradas distan de las locaciones solitarias de El Sueño de Lú (2011) o Sunka Raku (2017), pero el acercamiento humanista hacia sus personajes resuena de sus anteriores trabajos.

Quizá la vorágine de temas y referencias que plantea la cinta del también músico de Eurídice, no hacen del todo justicia al momento o los temas que toca, pues bandas como Casino Shangai, Ritmo Peligroso, Las Ánimas del Cuarto Oscuro, Syntoma o Silueta Pálida, no figuran en la banda sonora. Pero es un acercamiento pertinente, con un efectivo departamento de arte, a un momento de la escena artística mexicana que ha pasado desapercibido de los anales de la historia y que ha tomado voz en años recientes con trabajos como este, el documental de Mario Mendoza, Nadie Puede Vivir con un Monstruo sobre la mítica banda Size —que sí aparece en una escena—, o el documental sobre el bar Tutti Frutti que planean realizar Laura Ponte y Alex Albert.

 

La película puede verse como parte de la 67 Muestra Internacional de la Cineteca Nacional.

 

 

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