Producción: Ad Astra: Hacia las Estrellas
Dirección: James Gray
Año: 2019
Plataforma: Cartelera
En 5 líneas esta película:
Es una ópera espacial futurista
Esa atractiva visualmente
Trata la fragilidad del ser humano
Se siente igual a otras cintas del género
Tiene un final cursi
Luego de su tarantinesco regreso a las pantallas, el prolífico actor Brad Pitt vuelve al protagónico cinematográfico con Ad Astra: Hacia las Estrellas (2019), la primera ciencia ficción espacial de su carrera, la cual llega en un momento de la industria norteamericana donde este subgénero ha abandonado su esencia pulp aventurera por una forma sobria y emocional, donde los y las astronautas se enfrentan a los confines del espacio en completo aislamiento.
Casos como Moon (Jones, 2009), Misión Rescate (Miller, 2015), Gravedad (Cuarón, 2013), Interestellar (Nolan, 2014) — con quien por cierto comparte al director de fotografía, Hoyte Van Hoytema—, El Primer Hombre en la Luna (Chazelle, 2018) o incluso la más reciente cinta de la cineasta francesa Claire Denis, High Life (2018), toman como punto de partida la vastedad del espacio, el confinamiento y la vulnerabilidad como los detonantes para los viajes introspectivos de los protagonistas.
La cinta dirigida por James Gray cuenta la travesía del ingeniero y astronauta Roy McBride, encargado de detener un fenómeno cósmico que amenaza la vida en la tierra y que involucra a su padre, el legendario Clifford McBride, quien yace perdido en los confines del espacio en búsqueda de vida extraterrestre.
Roy, un hombre emocionalmente distante, se muestra con el carácter idóneo para una misión que eclipsará su vida en la tierra, al igual que en ocasiones pasada que nos va mostrando la trama, pero luego de una serie de descubrimientos y experiencias espaciales que logran quebrar su muralla, comienza un viaje por el interior de sus emociones para dar cierre al gran trauma de su vida: la pérdida de su padre, al igual que les sucediera al Armstrong o el oficial K de Blade Runner 2049 (Villeneuve, 2017), ambos interpretados por Ryan Gosling.
Gray retoma los ejemplos antes mencionados para hacer uso de una cada más perfilada fórmula narrativa dentro de las aventuras espaciales: el carácter reservado, la portentosa inteligencia, los tiempos aletargados, los silencios, las postales galácticas y los dramas políticos y personales que involucra en más de una forma al o la protagonista. Sin embargo, las licencias a dicha forma que toma Gray, como ciertas secuencias de acción, suspenso o thriller de espías, recuerda al oficio del director en cintas anteriores como La Ciudad Perdida de Z (2017), casi devolviéndole el encanto del subgénero sesentero, aunque estos escapismos en realidad resultan esporádicos.
La fotografía y el despliegue técnico de la mancuerna Gray–Hoytema convierten al espacio y los efectos especiales un personaje más, quizá con mayor grado de presencia e influencia sobre la historia que los secundarios humanos del reparto, con la excepción del personaje de Tommy Lee Jones, un antagonista emocional a la preocupación de Roy.
En suma, Gray reviste una cinta ya contada en repetidas ocasiones a lo largo de la década, con secuencias de asombro, paneos solares y perspectivas de la arquitectura futurista que hubieran valido más la pena explorar y finaliza aterrizando el drama y el conflicto de una manera satisfactoria para la audiencia, como las de Misión Rescate o Gravedad. Una opción que destaca su similitud con el resto de cintas que abordan el mismo tema, pero que en sus pequeñas diferencias encuentra una propuesta reveladora, sutilmente cortada a medio camino.