Producción: Alien: Covenant
Director: Ridley Scott
Año: 2017
Plataforma: Cartelera

 

En 5 líneas esta película:

Es la segunda película de una serie de precuelas de la franquicia

Es efectiva en sus secuencias de acción

Regresa a la estética oscura y los tintes gore de la original

Contiene enormes inconsistencia en el guion

Sufre de frecuentes clichés

 

  

 

Curioso que una de las franquicias de ciencia ficción más populares y redituables en la industria cinematográfica haya tenido su origen como el intento del guionista Dan O’Bannon por conseguir algo de dinero. Esto se debe al fracaso en la realización de Dune, la ambiciosa película que Alejandro Jodorowsky pretendía hacer con personalidades de la talla de Orson Welles, Salvador Dalí, Chris Foss, y Jean Giroud. Cuando el proyecto se vino a bajo debido a la falta de apoyo de los grandes estudios cinematográficos, O’Bannon regresó sin nada a Estados Unidos. El guionista consiguió hospedarse con su amigo Ronald Shusett, y fue ahí cuando ambos empezaron la historia del letal alienígena.

La 20th Century Fox aceptó el proyecto de O’Bannon, a lo que siguió un rotundo éxito y un montón de secuelas, precuelas, crossovers, comics y videojuegos. Y aunque O’Bannon ya no participó de manera activa en todo ese manoseo de su personaje; en 2012 regresó otra pieza clave de Alien, el británico Ridley Scott con la precuela Prometheus, lo cual nos hacía pensar en una posible expansión de la mitología al plantear cuestiones como el origen de la humanidad, del xenomorfo y la misteriosa especie con tecnología superior; sin embargo, con Alien: Covenant se confirma que la intención no es precisamente expandir la mitología, sino la franquicia.

Un inesperado evento alerta a la tripulación de la nave Covenant, encargada de transportar 2000 colonos y más de 1000 embriones a otro planeta, el infortunio provoca la muerte del capitán (James Franco), esposo también de un miembro del tripulación, Daniels (Katherine Waterson). Tras el accidente los tripulantes deciden salir de la nave para reparar los daños, es ahí cuando reciben por accidente una transmisión –una canción de John Denver– desde un planeta aparentemente cercano por lo que deciden ir a investigar, lo cual los llevará a encontrase con David (Michael Fassbender) –el perspicaz androide de Prometheus– y, obviamente, aliens.

La decisión de ir al planeta es una de las primeras y predecibles malas decisiones que toma la nada interesante tripulación del Covenant, empezando por el sustituto del capitán, Oram (Billy Crudup), quien es en teoría un hombre religioso, lo que quizá se esperaría proporcione un giro interesante a la temática. Empero, el de Crudup es reducido a un personaje genérico y desechable, el cual parece su única función tomar estas malas decisiones para que la historia avance hacia lo que ya todos sabemos y esperamos: la matazón a diestra y siniestra. Con el resto de la tripulación, compuesta entre otros por Tenneesse (Danny McBride), Lope (Damián Bichir), Faris (Amy Seimetz) y Karine (Carmen Ejogo) pasa algo similar. Uno de los principales y más básicos atractivos de los filmes de horror no es saber si van a matar a tal o tal, porque de antemano se sabe que de eso se trata, sino observar cómo va a suceder, de ahí parte la intriga y el terror. La película original de 1979 manejaba este tipo de momentos de manera bastante efectiva, ya que hacía que de una u otra forma nos preocupáramos por sus personajes en base a los lazos o relaciones que se van forjando en pantalla y ante nuestros ojos. Para la mayoría de estos personajes nos intentan vender lazos preinstalados en la historia, y en base a esa exposición es que nos piden empatía.

El protagónico femenino en turno, Daniels, no se exenta de la carencia de interés y está muy lejos de Ripley; como ejemplo, en algunas secuencias de acción pareciera que sobrevive más por suerte que por coraje. Es necesario aclarar que un androide igual a David acompaña a la tripulación: Walter, una antítesis del primero. Uno tiene misteriosas intenciones mientras que el otro es un fiel y obediente compañero, juntos compartirán escenas de introspección, como la casi ridícula secuencia donde David le enseña a tocar la flauta. Para no entrar en spoilers sólo diré que esta dupla de Fassbender’s proporcionan los momentos más previsibles y carentes de fundamentos en la trama, dejando una sensación decepcionante a lo que pudo ser un mejor personaje.

Las principales fallas de la cinta están en la inconsistente historia, con acciones que se acercan más al absurdo que a la intriga, y resolviendo las interrogantes planteadas en Prometheus con breves y apresuradas escenas. Ridley Scott, por otro lado, demuestra que sabe hacer su chamba regresando a esa estética oscura con tintes gore de la cinta original. Cada aparición del alien es sobresaliente y le da un realce al relato, sin embargo, los frecuentes clichés la hacen una película del montón, e incluso los desenlaces a los que llega le quitan toda la esencia ambigua e inquietante que poseía la original. Lo anterior nos lleva a la siguiente afirmación: el ya fallecido Dan O’Bannon es la principal razón para el éxito y trascendencia de la franquicia, no Ridley Scott, no David Giler y no Walter Hill, quienes han sido los productores en absolutamente todas las películas del xenomorfo; fue el gran guion de O’Bannon y la casualidad de conocer a H.R. Giger en ese antes mencionado fallido proyecto, lo que dio origen a uno de los grandes personajes del cine de terror.

 

 

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