Producción: American Gods
Creador: Bryan Fuller; Michael Green
Año: 2017
Plataforma: Prime Video (Amazon)
En 5 líneas esta serie:
Es de fantasía
Es atractiva visualmente
Tiene buen elenco
Es dinámica y entretenida
Es profunda pero no es un drama serio
Llegando a América los vikingos no fueron bien recibidos, el atlántico norte no es un mar piadoso y los nativos fueron inmisericordes con los visitantes, y estos últimos se encomendaron a Odín. Cuando venían a América, en naves holandesas, sobre las corrientes ascendentes del océano, los esclavos africanos tampoco fueron tratados adecuadamente, y se encomendaron a Anansi. Luego están los Mexicanos, hondureños, salvadoreños, los migrantes que se mueven entre trenes, dunas y ríos bravos; estos fueron recibidos por camionetas de gringos armados, y se encomendaron a Jesús. Pero cuando morimos no es otro más que el capataz del inframundo, Anubis, quien pesa nuestro corazón y nos guía por la muerte.
Shadow Moon (Ricky Whittle) lleva casi tres años en la cárcel, a unos días de salir el alcalde le informa que será liberado antes debido a que su esposa ha muerto. Desolado por la pérdida, comienza su camino para llegar al funeral. Durante el vuelo conoce a un singular personaje que le ofrece trabajo, un desconocido que desglosa la humanidad y sus misterios con intrincadas analogías, pero nunca se presenta con un nombre, excepto por el día que conoce a Shadow, Miércoles (Ian McShane). Pero el camino es incierto después del funeral, y las cosas que verá Shadow lo harán dudar de la realidad en la que vive y de su empleador.
Hay algo en la obra de Neil Gaiman que hace que la fantasía sea posible, que se perciba como algo natural. American Gods tiene esa sensación, pero además se siento lógico, genuino y real. ¿Dioses viviendo entre nosotros? Ellos viven sobre nosotros. La idea de que haya más de un dios y de que estos dioses, que rigen todo lo que no podemos explicar, convivan como nuestros hermanos, copulen con nuestras hijas e hijos y compartan las mismas creencias e ideologías que nosotros –me retracto– que vivan en Estados Unidos, bueno, América; esta idea propone una respuesta de por qué la religión y Dios (o los dioses) nos ayuda a tener un asidero para entender todo lo bueno, malo u horrible que ocurre en el mundo. Porque la muerte tiene una razón de ser y quienes reciben ese sacrificio de sangre tiene nombre y… rostro. Entre medio surge una crítica, entre metáforas de creencia y oraciones hacia la sociedad en la que estamos inmersos y lo que veneramos las mujeres y los hombres del siglo XXI.
A título personal, el único problema que tiene la serie es el nombre, pero haciendo eso a un lado resulta una experiencia altamente disruptiva. Otra vez, a título personal, no me había sentido tan perturbado y atraído hacía una serie de televisión desde la primera vez que vi Juego de Tronos. El apartado narrativo es un interesante relato que va hacía el pasado y el presente, nos remite al principio de la historia de América/Estados Unidos así como a la historia de los personajes, generando arcos narrativos episodio tras episodio, haciendo que la historia, hasta el episodio cinco, ocurra en una semana. El apartado técnico habla de una estética de colores saturados, que a ratos es chocante pero cumple la función de exacerbar los mensajes. La fotografía es una pieza estratégica para abordar el apartado estético: el uso –y abuso– de cámaras de alta velocidad para resaltar efectos. Finalmente el elenco es un elemento atractivo, pues en las filas de la serie encontramos histriones experimentados, así como elementos poco conocidos que hacen de ese constante un elemento activo de ping pong entre métodos actorales.
American Gods tiene todos los elementos para ser una serie grabada en los anales del entretenimiento televisivo. Este es un detalle criticable, pues la serie no está disponible más que en el servicio on demand de Amazon (Prime Video) lo que lo hace restrictivo. Sin embargo esta serie debe ser estudiada, o al menos apreciada, por gran parte de la sociedad, pues en términos discursivos da pie a un interesante debate sobre las creencias, la religión y los hombres en tiempos donde las personas no creen en nada, en tiempos donde la posmodernidad es un elemento de idolatría.