Aquí en Bollo Negro estamos más que satisfechos con el trabajo que se ha hecho con Better Call Saul. El año pasado apuntábamos que su tercera temporada era la mejor hasta ahora y la incluimos en nuestro top 10 de mejores series del año. Digo, satisfechos porque con Vince Gilligan no hay sorpresas, se ha colocado como uno de los creadores más importantes para la televisión de los últimos diez años y aunque su precuela no tiene el boom mediático que tuvo Breaking Bad, sí ha gozado de la aprobación de la crítica más dura de todas: la de los fans. Y es que junto a Peter Gould han creado una mancuerna de la que no se produce otra cosa que no sea pura genialidad. Sabemos que a ambos les encanta cocinar a fuego lento, y los grandes momentos de estas series se han dado solo hasta que estuvieron en su punto, no más, no menos. Por eso hemos aprendido a ser pacientes.

El inicio de temporada ha sido discreto y no debería sorprender a nadie, con la continuación inmediata de los hechos que se suscitaron al final de la tercera temporada, con Jimmy lidiando con la pérdida de su hermano y con el perverso detalle que se vislumbra al final del primer episodio: Jimmy ya no tiene nada que lo ate a su apellido; Saul Goodman está listo para salir a escena. Aunque a lo largo de la serie pudimos ver algunos momentos en los que se manifestaba (como con la compra de sus distintivas camisas de colores o declarando abiertamente que hubiera preferido tomar el dinero de la familia que defiende en la primera temporada), parecía que siempre había un bastión moral que lo mantenía por lo menos dudando. Ese era sin duda Chuck, y ahora que no está, ¿Kim podrá frenarlo?

Aquí es donde radica la mayor de nuestras preocupaciones, recordemos que la premisa de Breaking Bad era justamente convertir al héroe en villano, y si la metamorfosis a Saul no se completa es por la presencia de Kim. Lo que nos llevaría a pensar que en algún momento esta simplemente tiene que no estar (no queremos pensar lo peor). Por ahora es imposible sacar conclusiones, insistimos en que a estos genios hay que darles tiempo, y estas alturas hemos aprendido que es imposible no prestar atención en cada uno de los detalles –aunque seguramente se nos escaparán los más importantes–.

De cualquier manera, la espera nunca será agónica, los personajes se siguen prestando a excelentes interpretaciones. A pesar de la ausencia de Michael McKean como Chuck y Mark Margolis como Don Héctor, parece que son relevados por lo mejor de Giancarlo Esposito en su personaje de Gustavo Fring. Por supuesto, sin menospreciar a todo el talento derrochado por el resto del cast. 

Por último y no menos importante, durante las primeras temporadas habíamos estado teniendo algunas secuencias en blanco y negro de la vida de Jimmy post Breaking Bad, pues por fin parece que tienen algo mucho más relevante que mostrar, ¡que ingenuo fui –otra vez–! Es emocionante pensar en todas las posibilidades que los guionistas han barajado y sí, ya estamos salivando.

Este par de episodios son apenas la entrada en este menú a diez tiempos y esperamos con ansias el plato fuerte.

 

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