Producción: Better Call Saul
Creador: Vince Gilligan; Peter Gould
Año: 2017
Plataforma: Netflix

 

En 5 líneas esta temporada:

Continúa con su alta calidad narrativa

Maneja un buen balance entre su elenco

Empieza a fungir más como historia de origen para algunos personajes

Tiene momentos dramáticos pero sutiles

Por momentos es de cadencia lenta

 

   

 

Al final de su tercera temporada, Better Call Saul ha logrado mantenerse como uno de los dramas más originales, mejor escritos y más diestramente narrados en la historia reciente de la televisión. Aunque por momentos el ritmo de la serie no guste a algunos seguidores de Breaking Bad, la historia de Jimmy McGill, alias Saul Goodman, se caracteriza por desarrollar un universo a partir de subtramas, las cuales permiten a los guionistas alternar el tono, enfoque e intensidad de su relato, con una libertad que trasciende a los géneros.

Una de las razones centrales de que Better Call Saul resulte tan eficaz es que expone las historias de origen de personajes que conocimos en Breaking Bad. Y este sentido de familiaridad respecto a Mike Ehrmantraut (Jonathan Banks), Gus Fring (Giancarlo Esposito), Nacho Varga (Michael Mando) y Héctor Salamanca (Mark Margolis) se complementa con historias sin referencias previas ni destinos claros, como lo son las de Kim Wexler (Rhea Seehorn) y Chuck McGill (Michael McKean). Evitando entrar en detalles, el conflicto de los hermanos McGill es uno de los ejes de esta tercera temporada y, sin duda, una de las líneas narrativas que más sorpresas y mejores momentos dramáticos ofrece. Así que, a pesar de que muestre a viejos conocidos, la serie no apuesta a vivir solo por la evocación de glorias pasadas.

Por otra parte, destacan las extraordinarias secuencias de acción, cuyo objetivo es caracterizar a Mike como alguien astuto e implacable, que puede fungir como un adversario digno de Héctor Salamanca, a la vez que un aliado de un Gus Fring, que apenas se perfila como el legendario capo de la saga de Heisenberg. En esta ocasión, Mike, Gus y Nacho, rivales en principio, encuentran un inesperado equilibrio de intereses en su oposición a Don Héctor. Y, gracias a sus interacciones, podemos comenzar a vislumbrar cómo este despiadado narcotraficante mexicano terminó mudo y en una silla de ruedas.

Sin embargo, en esta temporada se continúa con el esfuerzo de mostrar a Mike con cierto balance, pues en su caso se trata, según su propio adagio, de un criminal, pero que resulta ser también una buena persona, una que, principalmente, intenta ver por el bien de su familia. De esta forma, el despliegue de los aspectos humanos del hard boiled hitman de Breaking Bad sigue sirviendo como puntal para la evolución de este rico horizonte narrativo.

Finalmente, llegamos a Kim, la amante, amiga y aliada principal de Jimmy. La importancia de este personaje es difícil de estimar. Ella es la única que realmente mete las manos al fuego por el protagonista. Y es la luz que lo mantiene a flote en sus momentos más sombríos. Kim representa la amistad, el amor y la esperanza; de esta forma, ofrece un contraste único en este mundo ficcional de criminales trágicos, cínicos y burlescos. Uno de los aspectos más disfrutables de la serie es este sutil romance, casi imperceptible, que aliviana las constantes adversidades con que tiene que enfrentarse el más joven de los hermanos McGill.

Si bien Breaking Bad es una serie más digerible, Better Call Saul es un destilado añejo, lleno de matices, cuyo sabor se aprecia en etapas y que el paladar dispuesto sabrá apreciar. Esta sinfonía de Vince Gilligan y Peter Gould, que entreteje movimientos con distintos tempos, temas y motivos, es una que, a la vez que se separa de su predecesora, sigue alimentándose de su mito y haciéndolo crecer. Y, aunque ella no lo requiera, algunos aún no abandonamos nuestro deseo de ver que los caminos de Saul y Walter algún día se crucen de nuevo.

 

 

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