Producción: Bill Burr: Paper Tiger
Creador: Bill Burr
Año: 2019
Plataforma: Netflix

 

En 5 líneas este especial:

Es lo más reciente de un veterano del stand-up

Es arriesgado y confronta a su audiencia

Hace hincapié en temas polémicos

Se puede sentir agresivo para oídos sensibles

Es el cuarto del comediante para la plataforma

 

 

 

Corrección política es algo que puede sentirse de dos maneras: una reflexión necesaria, empática y generosa; o un juicio sin valor, moralino y absurdo. Entre este camino deambulan todas aquellas experiencias, dichos o comentarios de cualquiera que tenga el mínimo grado de figura pública.

Hacer comedia siempre ha sido arriesgado, es un arte y medio de entretenimiento que por definición, profana. Y hoy como nunca antes, la comedia transita por convenciones cada vez más duras a partir de la corrección política. Complicándose discriminar entre las aproximaciones cómicas más provocativas y llenas de morbo y la comedia propositiva. Como si nuestra única regla fuese ver cuánto logra ofendernos algo.

Todos estos convencionalismos y formas nunca han definido la carrera del neurótico Bill Burr, quien siempre ha preferido concentrarse en los orígenes del formato: defender una postura. Y en esta ocasión su postura se presenta en el imponente Royal Albert Hall de Londres.

Paper Tiger no pretende ser correcto o incorrecto. Es sin minimizar el esfuerzo, un espectáculo de stand-up solvente que pretende que la audiencia no olvide rápido las polémicas contemporáneas. Burr retoma las agresiones sexuales, la ira y el feminismo como un hombre que no necesita escarmientos morales de una era sensible. Y el público le tiene aprecio, pero también incomodidad. El respetable quiere intuir de qué va pero termina dividido entre risas y cejas levantadas desde los primero diez minutos. Después de un silencio, unos bits no caen tan bien como otros, sea por desagrado o falta de gracia. Este es el show de un hombre blanco ironizando los privilegios de las mujeres blancas y de la ex primera dama de estados unidos. Burr no llega a Londres con la moral decaída o explicando un mal momento en su vida, como lo han hecho Chris Rock o Aziz Ansari. Él sigue montado en un estado donde no tiene ni necesita plantear apologías para señalar lo que no le da sentido.

No es en vano el aprecio que sus colegas tienen por Burr, la congruencia y constancia que ha mantenido en un ambiente que suele mentir para adaptarse lo ha hecho destacar. Quien sea ajeno a su comedia puede que le cueste trabajo encontrar que su toque es la ira. En su trabajo como comediante, guionista y creador de series la ira se asoma como hueso roído por la ironía; una ira de la incomprensión de su entorno. Para Burr la presión viene de adentro hacia afuera y no al revés.

Para el escrutinio público que suele actuar en masa, ofende sin ninguna explicación, como si se tratase de un fenómeno paranormal. Y esto es más porque no queremos escucharlas que porque no existan. Los borrachos, los niños y los furiosos dicen la verdad.

 

 

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