Producción: Black Mirror: Cuarta Temporada
Creador: Charlie Brooker
Año: 2017
Plataforma: Netflix

 

En 5 líneas esta temporada: 

A pesar de todo continúa siendo la serie que amamos

Tiene buena calidad de producción

Recicla demasiado material

Pierde el elemento sorpresa

Por momentos aburre

 

 

 

Lo más impactante de la primera vez que vimos Black Mirror, fue cómo parecía leernos la mente. Ya sea por alguna alocada idea para un cuento de ciencia ficción, o bien sobre alguno de nuestros temores profundos sobre la tecnología y las redes sociales. La serie nunca fue perfecta, es la verdad, pero cada temporada tenía esos capítulos que sobresalían de la oferta actual en series, o en el peor de los casos había cierto punch en sus capítulos más flojos. Hay que aceptar que esta cuarta temporada puso en evidencia a los creadores de la serie.

Quizá es la evolución natural de una serie cuya arma principal era el factor sorpresa. Por las mismas leyes de la física es improbable seguir acelerando por siempre. Y es que así se sentía Black Mirror, como ese primer jalón de una montaña rusa. Es difícil que los escritores, quienes son seres humanos, mantengan ese nivel de novedad y creatividad en una serie antológica, donde todo tiene que ser nuevo entre un mar de constantes iteraciones. Ellos mismo han convertido al espectador en un monstruo devorador que fácilmente podría ser un personaje en algún capítulo de la serie.

Esta temporada, esperadísima, contaba con elementos prometedores, como la dirección de Jodie Foster. No obstante, hubo los capítulos que aburrieron, como CrocodileArkangel, este último dirigido por la prominente actriz; los capítulos terriblemente predecibles, como el USS Callister, que dio el primer paso de la temporada y fue en falso; o bien los lastimosamente reciclados, como Black Museum, un museo más bien de las ideas que no fueron suficientemente buenas para convertirse en un capítulo por sí solo. Los más sobresalientes se quedaron a medias, como el caso de Hang The DJ, una secuela al favorito del público San Junípero, pero sin la sustancia de este, o el caso de Metalheads, un capítulo entretenido, con buena ejecución, que desafortunadamente se cae al precipicio en su desenlace.

Pero lo que me pareció más preocupante de todo, es el abuso de la premisa de las conciencias atrapadas. Este concepto lo vimos por primera vez en el especial de navidad, donde existe una tecnología que puede duplicar nuestra conciencia, atrapándonos en alguna consola, vulnerables a cualquier tipo de tortura y manipulación (esta premisa es también la base del legendario San Junipero). La idea, como cualquier propuesta de Black Mirror, es novedosa y la compramos. Pero en el momento en que se nos empieza a repetir, necesariamente va a caer en escrutinio. Porque pareciera que la dan por tan válida, que no importa que sea la base de nuestra dieta. Nada más en esta temporada fueron tres capítulos, sin tomar en cuenta los que ya existían de temporadas anteriores.

Esta premisa no es la mejor de Black Mirror, de hecho es la más floja. La fortaleza de Black Mirror es usar la tecnología para explotar nuestros miedos, no darnos miedo con la tecnología. La conciencia atrapada sí crea un potencial conflicto ético, pero como dice uno de los personajes en algún momento, no es más que código consciente. ¿A caso llegará el momento en el que la inteligencia artificial será tan omnipresente que me deba sentir mal por los personajes de mi videojuego favorito? Posiblemente sí. Pero Black Mirror va directo al fracaso si esa pregunta va a ser la mitad de sus temporadas.

Ojalá y no hayan quedado atrás los días donde la ansiedad social, el fin de la privacidad o la realidad aumentada, eran las verdaderas amenazas a nuestra condición humana.

 

 

 

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