Producción: Bohemian Rhapsody
Dirección: Bryan Singer
Año: 2018
Plataforma: Cartelera
En 5 líneas esta película:
Es un buen homenaje a Freddie Mercury y Queen
Tiene secuencias musicales impresionantes
Tiene buenas actuaciones
Tiene buen arte
La historia se muestra un tanto superficial
Ocho años tuvieron que pasar, luego de que Bryan May le diera a conocer a la BBC su intención de realizar una cinta inspirada en la biografía de Freddie Mercury, para que el proyecto viera la luz. Al mismo se le interpusieron muchas cosas: problemas de producción, salidas inesperadas del protagonista y el director y guiones que no satisfacían al guitarrista, a Roger Taylor y al manager Jim Beach, los tres productores.
Ahora, bajo la tutela de Bryan Singer (quien también tuvo que ser reemplazado por Dexter Fletcher) y encabezada por Rami Malek, recién llega a las pantallas la titulada Bohemian Rhapsody, una biopic centrada en la historia de Mercury, que termina por desviarse a un homenaje lúcido e impactante de la legendaria banda.
Encapsular a una banda tan mítica y tan extensa, así como a un personaje tan complejo como lo fue Mercury, es una tarea de proporciones bíblicas que da para varias películas, a las cuales se les pueden exprimir infinidad de temas como para volverlas un propio universo cinematográfico, por lo que es cierto que si la película toma una camino mucho más superficial y básico, aunque es un tanto decepcionante, es también de esperarse.
Singer se ganó el respeto de muchos cuando al mero principio del siglo XXI realizó lo imposible, adaptando a los X-Men cuando el cine de superhéroes, como lo conocemos ahora, todavía ni existía y los únicos referente serios eran el Batman de Burton y el Superman de Doner. Por lo que su elección era una respuesta natural al requerimiento que imponía el material de origen: ensamblar una historia congruente y continuar sin desvariar a medio camino. El guión lo firman Peter Morgan y Anthony McCarten, este último, reconocido escritor responsable de oscareables como La Teoría del Todo (Marsh, 2014) y Las Horas Más Oscuras (Wright, 2017).
No obstante, la fórmula se sobrepuso al contenido, o quizá fueron las inusuales y violentas circunstancias de esta película que nomás no veía la luz, pero a final de cuentas el tratamiento narrativo se vuelve escueto y ecuánime, apuntando a un producto pop, familiar y digerido para la mayor cantidad de público posible, fans o no de la agrupación. Ciertos temas polémicos (ni falta que hace señalar cuáles) de la vida del cantante, o se dan por hecho, o se muestran muy por encimita en pos de continuar con la historia: un pastiche y recorrido a modo de la trayectoria de la banda, más que del también compositor.
Mejor se nos muestra el proceso creativo, el detrás de cámaras de grandes piezas musicales como Bohemian Rhapsody o Another One Bites The Dust, así como la relación de los músicos entre ellos mismos, sin pasar por los fans u otros artistas de manera explícita, volviéndose un retrato medianamente íntimo sustentado en las grandes caracterizaciones. Que de eso sí hay muchas tablas, pues a Malik le va genial expandiendo su rango actoral luego de un frío, distante e introvertido hacker en Mr. Robot, adoptando una personalidad extravagante y fuertemente física, la cual quizá resuelve mucho más con ciertas miradas, gestos y frases que la narrativa total de la cinta.
Por los demás miembros, sus contrapartes actorales pueden ir agradecidos, pues aunque no se nos muestra mucho de ellos, se convierten también en personajes entrañables y con mucha química, sobre todo May, interpretado por Gwilym Lee.
Lo que termina por rescatar a la película es, indudablemente, la maestría cinematográfica de Singer en las partes musicales, sobretodo en el concierto de Live Aid, que se reproduce casi calcado y en tiempo real, fotografiado apabullantemente y apto para una sala IMAX. Porque a los hoyos narrativos, palpables sin mucho esfuerzo, los rellenan secuencias musicales de gran calibre y largo aliento que terminan por defender la selección del director, quien saca el cobre como un gran narrador audiovisual, haciendo, si no justicia, por lo menos un homenaje digno de la espectacularidad de una de las bandas más influyentes de la historia del rock.
Al igual que la canción que da título a la película, Bohemian Rhapsody es una mezcla de muchas cosas, unas un tanto gratuitas, aleatorias o simplonas, pero otras alucinantes y hasta épicas, que no dejarán a nadie indiferente y que por lo menos le mantendrán cantando las poco más de dos horas de duración. Una sensación agridulce, que superas cada que comienzan las notas de algún otro himno que te recuerda a la primera vez que, cual reina asesina, te volaron la cabeza.