Hace unos días me encontré con la noticia de que dos directores parisinos, Gaylor Morestin y  Lucas Stoll, decidieron hacer un corte de largo metraje de una de las series más exitosas de todos los tiempos: Breaking Bad. Los artífices del proyecto afirman en su página (www.bbthemovie.com) que no se trata de “una película de fans, que quiera resaltar los mejores momentos de la serie de modo casero, sino de un replanteamiento del concepto básico, presentado ahora en forma de largometraje. Un Breaking Bad alternativo, que debe verse con nuevos ojos.” Dicho experimento –pensé–, a la vez que representa un despropósito, es lo suficientemente ambicioso como para dedicarle un par de horas. ¿Qué tal que alguien hubiera logrado destilar la esencia de cinco temporadas de gran narración en un concentrado azul con mayor grado de pureza?

Consciente de que la nostalgia puede causarle estragos al juicio, decidí introducir, como hubiera hecho Walter White, un control a la prueba. En otras palabras, le pedí a alguien interesado en la serie, pero que no la hubiera visto, que me compartiera sus impresiones del universo de Breaking Bad, creadas solamente a partir de esa nueva mirada que solicitaban los directores. Y sucedió lo previsto: en quince minutos, ya estaba yo ahogado en los buenos recuerdos de largos años de espiar las vidas de Walter White y el peculiar grupo de personajes que giraron en torno a él… Pero ella –a quien seguiremos llamando control– fue menos generosa y juzgó así su experiencia: “Está bien, aunque por momentos se siente como un trailer largo: ni entiendes todo ni te emociona demasiado…”

Creo que el problema de fondo con esta reinterpretación alternativa, pseudo-cinematográfica, de Breaking Bad radica en su superficialidad. Específicamente, en que el corte propuesto por Morestin y Stoll se centra por completo en el drama del protagonista, sin lograr producir, utilizando la edición como herramienta de escritura, ningún antagonista sólido. Tampoco es capaz de ahondar eficazmente en los vínculos entre los personajes. La relación entre Pinkman y White, por ejemplo, queda reducida a unas pocas secuencias que no captan los ricos matices y las peripecias de odio y amor que se dan entre ellos y que sirven para articular gran parte de la trama central de la serie; Skyler, oponente por momentos y aliada por otros, parece, en esta visión alterna, más una plana, odiosa y reactiva traidora que un personaje torturado por una profunda crisis ética y moral; Hank, por su parte, queda comprimido en un oponente, cuyos principales rasgos parecieran no ser su astucia y tenacidad, sino los maquinales caprichos de la suerte; y Gus, el mayor adversario de White, pierde relevancia como a la mitad de la película, sin que aparezcan en ella las explosivas sub-tramas de los enemigos mexicanos de Heisenberg.

A pesar de que el ejercicio de Morestin y Stoll es válido e interesante, no logra lo que pretende: hacer de Breaking Bad, por medio de una nueva propuesta de montaje, un buen largo. No deja de ser un resumen, de calidad regular, atiborrado de información y con enormes e insalvables lagunas dramáticas, que, si llega a gustar, es sólo porque vive de la fama y el recuerdo de la obra original y no por la calidad de su reinvención. Sin embargo, su ensayo ha servido para recordarnos el legado y la relevancia que aún hoy tiene esta obra de Vince Gilligan, la cual, al lado de clásicos como The Sopranos y The Wire, redefinieron no sólo el género del drama criminal, sino la manera en que hoy se hacen cine y televisión.

 

La película podía verse en su sitio original www.bbthemovie.com y en YouTube; sin embargo esta ha sido removida de ambos sitios debido a conflictos de propiedad intelectual.

 

 

 

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