Producción: Chicuarotes
Dirección: Gael García Bernal
Año: 2019
Plataforma: Cartelera

 

En 5 líneas esta película:

Es el segundo largometraje como director de Gael García

Tiene momentos cómicos

Cuenta con buen trabajo actoral de los protagonistas

Se convierte en un melodrama barato

Pretende impactar al espectador recurriendo a lugares comunes

 

  

 

El segundo largometraje de García Bernal como director pareciese una extensión de los papeles que lo hicieron famoso. Todos sabemos que se destacó en el cine por Amores Perros (Iñárritu, 2000) e Y Tú Mamá También (Cuarón, 2001), donde interpretó a ese tipo de personajes jóvenes confundidos que anhelan un escaparate a su realidad. Incluso, ya en sus treintas, volvió a este tipo de personajes con Museo (Ruizpalacios, 2018). A diferencia de su opera prima, Déficit (2007), Chicuarotes explora las clases bajas de la Ciudad de México.

Como el título lo delata, García ambienta su película en San Gregorio Atlapulco, Xochimilco (chicuarotes es el gentilicio de aquel barrio al sur de la ciudad). Cagalera (Benny Emmanuel) y Moloteco (Gabriel Carbajal) son dos adolescentes a quienes nos encontramos con frecuencia en el transporte público: se maquillan como payasos y actúan una pequeña rutina para ganarse la condescendencia, en pesos, de las personas. Y como es común, las personas suelen ignorarlos; así que los jóvenes sacan una pistola y deciden sacarles los pesos a la fuerza.

En realidad, Cagalera y Moloteco no son criminales profesionales. La pistola pertenece al Baturro (Enoc Leano), el borracho y abusivo novio de la madre de Cagalera, Tonchi (Dolores Heredia), quien a su vez intenta con honestidad y mucho esfuerzo sacar también a sus otros hijos adelante: Guily (Esmeralda Ortiz), un muchachita de secundaria, y Víctor (Pedro Joaquín), joven homosexual que lidia con los comentarios homofóbicos de su hermano Cagalera. Al personaje de Emmanuel simplemente se le hizo fácil tomar el arma a escondidas como último de sus recursos, los cuales siente se le están acabando.

Tras enterarse que se puede comprar una plaza en el Sindicato de Electricistas, Cagalera y Moloteco aceptan un negocio con el Planchado (Ricardo Abarca), el galán del barrio: robar por la madrugada una tienda de lencería. Las cosas no salen como lo esperaban, pero la secuencia culmina con un efectivo gag que incluye a dos chicas policías con sobrepeso y al Planchado. Así que a Cagalera se le hace fácil, también como último de sus recursos, secuestrar al hijo del carnicero, una de las personas más poderosas de la colonia, para conseguir de una el dinero para la plaza del sindicato y salir de San Gregorio con su novia Sugehili (Leidi Gutierrez).

Hasta aquí, podría decirse que estamos ante una comedia negra con tintes de denuncia social, y en apariencia lo es. El problema viene para la segunda parte del filme, cuando García Bernal, con guion de Augusto Mendoza, cambian abruptamente el tono a una violenta y melodramática historia de pobreza. La cinta puede estar ambientada en cualquier barrio bajo de la ciudad, el hecho de que sea San Gregorio en realidad no hace ninguna diferencia (uno pensaría que la razón tiene que ver con que este barrio de Xochimilco fue un de los más afectados en el temblor del 2017, pero probablemente la preproducción se realizó antes del terremoto).

Chicuarotes se convierte, en su segunda mitad, en un melodrama sacado de la televisión barata. García y Mendoza nos saturan de violencia domestica, alcoholismo, drogadicción, homofobia, venganza y abuso sexual sin ninguna sutileza. Y peor aún, sin llegar a ningún punto. El mensaje social que pretendía queda difuso entre el intento por impactar al espectador. Está claro que García mostró destreza para la sátira y la comedia –sin ser tampoco una maravilla-, pero cuando intentó profundizar al lado más sombrío del aspecto social, la película se le fue de las manos. El personaje de Daniel Giménez Cacho es prueba de aquello.

García Bernal y Mendoza proponen una buena premisa que, desafortunadamente, se siente como si hubieran existido complicaciones para concluirla.

 

 

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