Producción: Churchill
Director: Jonathan Teplitzky
Año: 2017
Plataforma: Cartelera
En 5 líneas esta película:
Es un drama histórico de guerra
No es una biografía pero relata un momento en la vida del personaje
Es una demostración de cómo hacer cine de guerra sin balazos
No se salva de crear dudas sobre su interpretación
Todos fuman sin parar
La creencia popular nos ha dicho que las guerras son peleadas por hombres. Aunque detrás, o mejor dicho, por encima de ellos, hay otros hombres que toman decisiones debido a un escalafón de rangos y jerarquías. Muchos personajes históricos entran en esta categoría, sobre todo aquellos que participaron en la Segunda Guerra Mundial: Hittler, Roosevelt, Mussolini, De Gaulle, Churchill.
El último año de la guerra, los aliados han conjuntado fuerzas para realizar una operación sin igual: desplazar más de un cuarto de millón de hombres para focalizar un ataque en las playas de Normandía, Francia, para ser liberada del yugo del Nacional Socialismo y abrir un nuevo frente. Pero este plan no convence al primer ministro inglés, Winston Churchill (Brian Cox) quien considera que una operación de esa envergadura no será más que una masacre. Aunque importará poco pues después de casi cinco años en guerra los militares, el general Eisenhower y Bernard Montgomery, ya han resuelto lo concerniente a la operación y no hay cabida para un político en la operación.
Los biopics tienden a ser un arma de doble filo: la mayoría de las ocasiones son acerca de personajes que existieron y si se trata de personajes históricos tienen una gran carga, pues significa que el retrato que se presente será lo que mucha gente entenderá como un hecho verídico, una interpretación histórica. Mi formación como [pseudo] historiador no me permite hacer una serie de acotaciones cuando de personajes históricos se trata. Son temas sensibles, han forjado naciones y valores enteros o bien, los desprestigia, dependiendo la perspectiva con la que se interprete, el gran meollo del estudio del pasado en nuestros días.
La guionista del filme es una historiadora, Alex Von Tunzelmann. En su columna del periódico The Guardian admitió que la cinta está basada en textos, aunque el gran problema entre la historia y la ficción es el conflicto que hubo de adecuarse a ciertas licencias e interpretaciones del personaje, para poder contar una historia fluida e interesante. A partir del retrato también han salido detractores a la cinta, pero parte de ese complejo prisma que es la interpretación. Más si se considera la escalada de biopics a los que se enfrentan los biógrafos o detractores de Churchill; en breve veremos a Gary Oldman interpretando el mismo papel, y ya vimos a John Lithgow haciendo el mismo papel en The Crown (Netflix, 2016).
Del filme podemos decir que tiene un importante apartado técnico, encabezado por una dirección sobria y clara, no hay cuadros complejos o demasiado movimiento. La fotografía es limpia y con un puñado de cuadros bien retratados, como aquel donde la mujer de Churchill lo pone en su lugar frente a un enorme ventanal. La sección sonora es una defensa al excelente trabajo de sonido; un diseño discreto y con momentos brillantes. Podemos seguir con el impresionante vestuario y el increíble trabajo de diseño de producción… pero es el elemento histriónico lo que no termina de convencer. Porque no es que el experimentado Brian Cox no le llegue a Sir Winston Churchill –una montaña de por sí difícil de escalar–; es solo que hay algo en su interpretación que no encaja con el personaje.
Dejando la severidad crítica de lado, la cinta funciona como un paradigma de lo que fue, o no fue; de un momento tan álgido en la segunda guerra. Genera dudas, pero eso no es malo, dudar de algo, de un hecho o de un personaje histórico, nos acerca a la revisión y el análisis y como alguna vez me dijeron en la carrera “duda siempre de tu fuente, del relato o del personaje. Solo así sabrás si miente o es falso”