Producción: Club de Cuervos
Año: 2015
Plataforma: Netflix (Queue)
En 5 líneas esta esta serie:
Es mexicana
Es divertida
Esta bien actuada
No trata sus temas con seriedad
No rompe paradigmas
Club de Cuervos es la primera serie mexicana producida exclusivamente para Netflix. Con esta serie México incursiona formalmente en la tendencia de la televisión de cerrar la brecha de calidad con el cine. Pero todo producto nacional que adapta alguno estadounidense se puede encontrar con resistencia de un público acostumbrado a lo gringo. Como ejemplo están los Roast de Comedy Central. Por lo general los Roasts tienen buenas puntadas y nos sacan una que otra risilla. Hace unos meses me tomé la libertad de ver el Roast de Héctor Suarez y honestamente me costó mucho trabajo aceptar ese tipo de comedia traducida al mexicano. De esta forma es posible que se nos haga difícil digerir algunas cosas de Club de Cuervos, las cuales con gusto nos tragamos de House of Cards. Más aun, tal vez queramos medir la serie mexicana con una vara que no le corresponde. Club de Cuervos no pretende ser un drama entrañable al estilo Breaking Bad o Mad Men. Si habría que comparar a manera de guía, Club de Cuervos es una serie ligera al estilo Orange is the New Black. Así como nadie es su sano juicio cree que una cárcel de mínima seguridad para mujeres es “super cuchi”, nadie debe creer que Club de Cuervos viene a desenmascarar las fallas sistémicas del futbol mexicano, o mostrarnos lo que es vivir una pugna familiar por una herencia. Club de Cuervos se apoya en su contexto como un medio y no un fin.
Pero dejemos las comparaciones.
La serie tiene éxito en encontrar la comedia en el detalle, como el jugador brasileño que solo habla en portugués, el arco de la mama de Tony, el hipersexualizado Aitor Cardoné (saludos a los fans de Cristiano), o la genialidad del mote “Hugo-Sánchez.” La serie esta bien actuada por sus dos protagonistas principales, Luis Gerardo Méndez y Mariana Treviño, hermano y hermana Cuervo. No termino de entender la necesidad de situar al equipo en el norte del país y obligar a Luis Gerardo Méndez a simular el acento norteño, el cual logra bien, pero por momentos no se escucha natural. El nombre de Daniel Giménez Cacho habla por si solo y en esta serie no es la excepción, es el mejor actor en pantalla y es un gusto verlo cagotear gente. El resto del elenco es bueno, particularmente Ianis Guerrero y Joaquín Ferreira, aunque no se les exige demasiado. Existe alguna similitud con Nosotros los Nobles en el origen de la historia, pero en realidad son temas diferentes, y tal vez la comparación se deba a que últimamente vemos a Luis Gerardo Méndez hasta en la sopa. Pero Javi Noble es una fábula, mientras que Chava Iglesias es un antihéroe. La historia está bien escrita y no creo que adolezca de clichés: les puedo adelantar sin temor a estropear la historia que el equipo de los Cuervos ni queda campeón ni desciende de primera división, no les voy a decir si el bebé resulta ser heredero, pero les adelanto que ese no es el desenlace que cuenta, y por último vale la pena mencionar que los hermanos Cuervo al final no aprenden ninguna lección, sino que están resignados a vivir como las personas que les tocó ser, con sus defectos y virtudes.
Club de Cuervos no es una serie innovadora, ni la referencia que buscaría Netflix para convencer al público que cancelen su suscripciones de cablevisión. Para ello la serie tendría que arriesgar mas en su narrativa y hacerla mas punzante, pero ya estaríamos hablando de otra de producción. La serie si trata temas como la homosexualidad en el futbol (y como afecta a un pueblo de mochos), o los retos de la mujer en un mundo de hombres, pero pasa por encima de ellos. Club de Cuervos es perfecta para divertirse un rato. La serie no pretende ser algo que no es y el espectador no debe leer de mas en la historia. Si se ponen flojitos y cooperan seguro les van a sacar un par de carcajadas (solo que véanla sentados). Seguro habrá una segunda temporada y con gusto me la echaré tan rápido como lo hice con la primera, siempre y cuando sigamos escuchando a Chava decir “Hugo-Sánchez.”