Producción: Coco
Director: Lee Unkrich
Año: 2017
Plataforma: Comercial

 

En 5 líneas esta película:

Es un homenaje al Día de Muertos y a la identidad mexicana

Es la primera de Pixar enfocada en una cultura ajena a la estadounidense

Cuenta con una animación fantástica

Es melodramática y evocativa

Utiliza lugares y símbolos comunes sin caer en clichés

 

   

 

Después de la polémica causada por el intento (infructuoso) de parte de Disney por tomar el nombre del Día de Muertos para hacerlo una marca comercial, Coco llega a la pantalla grande con una campaña de marketing y publicidad descomunal, demostrando el gran interés de Mickey Mouse por explotar el mercado al sur de la frontera al máximo, lográndolo sin discusión; sin embargo, ¿vale la película todo el hype a su alrededor? Pues veamos.

La historia carece de la innovación de otras propuestas más arriesgadas e interesantes dentro de la misma casa de animación, a estas alturas, la estructura de las películas de Pixar es muy reconocible de principio a fin incluso antes de verlas. Lejos ha quedado la época en la cual los giros argumentales llegaban con una genuina sorpresa de nuestra parte. Por ese lado, Coco no es más que otra revisión de la odisea de un personaje, por lo general muy joven, en busca de un sueño y una reafirmación existencial, que en el camino encuentra la forma de regresar a sus raíces y reconciliarse con el pasado para ver hacia el futuro con esperanza.

En esta ocasión se trata de Miguel, un niño que anhela convertirse en músico, como el gran Ernesto de la Cruz, un arquetipo que evoca al ídolo enfundado en traje de charro de la época de oro del cine mexicano. El gran obstáculo de Miguel viene desde su propia familia, la cual por generaciones ha prohibido la música. En vísperas del Día de Muertos, Miguel hace un último esfuerzo por expresar su deseo de expresar su talento, pero en lugar de eso, termina atrapado en el mundo de los muertos, del cual tratará de regresar buscando a su máxima estrella.

La animación es espectacular, como de costumbre, sin embargo, lo que realmente eleva a la película es la esmerada reproducción de las tradiciones mexicanas y el estilo de vida rural. Desde el primer plano se nota claramente el trabajo de investigación de parte de Pixar, producto de años de convivencia con gente de los pueblos de Oaxaca, transformada en una meritoria interpretación de una celebración tan idiosincrática como lo es el Día de Muertos, con referencias a la arquitectura, cultura popular, y por supuesto, la historia del cine nacional. El hecho de que muchos guiños solo puedan ser comprendidos por público mexicano habla del profundo respecto y genuina dedicación con la que Lee Unkrich y compañía han abordado el proyecto, pieza clave para esquivar los clichés y estereotipos de siempre.

Esta visión idealizada no se complica la existencia para abordar los valores y conceptos principales de la milenaria festividad, todo se resume en una celebración de la vida, la familia, la música y la identidad. Estos temas, al ser tratados con la fórmula melodramática de Pixar y trasladados al entorno cultural nacional en el contexto de una fiesta que une a la vida y la muerte, a los seres queridos que ya no están con los que aún permanecemos, tienen el poder de provocar con facilidad la catártica lágrima. Esa profunda emoción es el mayor regalo de Coco, un sincero homenaje que recuerda a los mejores trabajos del estudio de la lamparita.

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