Producción: Cómo ser un Latin Lover
Directora: Ken Marino
Año: 2017
Plataforma: Cartelera
En 5 líneas esta película:
Es de drama y comedia
Tiene un reparto llamativo
Utiliza humor vulgar y casi escatológico
Utiliza una formula gastada
Pretende tener un sello mexicano
El innegable éxito de Eugenio Derbez entre el público mexicano, consecuencia de la fama obtenida en su faceta televisiva, le permitió dar un paso más allá e incursionar en el cine dirigiendo, escribiendo y protagonizando No Se Aceptan Devoluciones (2013). La cinta se convirtió en una de las más taquilleras para el ámbito mexicano, lo que nos hacia pensar en el inicio de una carrera cinematográfica para el comediante. Ahora en Cómo Ser Un Latin Lover, Debez se limita sólo a ser productor y protagonista, sin embargo, se siente como el resultado inmediato del éxito de su opera prima, y más que nada mantiene la esencia que tantos dividendos le dio.
Es la historia de Máximo (Eugenio Derbez), un gígolo que vive de la fortuna de su millonaria esposa (Raquel Welch) –quien le dobla la edad– pero tras 25 años de matrimonio esta lo cambia por un hombre más joven, por lo que el protagonista se ve obligado a pedir refugio a su hermana Sara (Salma Hayek) donde conoce a su sobrino Hugo (Raphael Alejandro) quien le confiesa su amor por una niña de su escuela. Máximo, al conocer que la abuela de la niña es millonaria, le enseña a Hugo sus técnicas de seducción para que la conquiste y de esta forma acercarse a la abuela. Así es cómo empieza la travesía de redención donde el protagonista se descubre a sí mismo como un hombre egoísta, mientras trata llevar una vida normal.
La cinta intenta establecer por demás esfuerzos un sello mexicano, pero la formula utilizada es totalmente estadounidense, remitiéndose al estilo de comedia más común –la de Adam Sandler, por ejemplo– con la sensiblera historia del inadaptado que encuentra su lección en la compañía de un niño, mientras somos testigos de una serie situaciones con humor vulgar y simplón. De la misma forma los personajes poco tienen que ofrecer, la intención no es indagar en sus conflictos sino simpatizar con la audiencia –principalmente la latina en suelo americano– por lo que los guionistas recurren al camino fácil con estereotipos, los cuales, a pesar de unas cuantas expresiones mexicanas, hacen que de poco importe la nacionalidad; si cambiamos los personajes principales por inmigrantes sudamericanos, centroamericanos, europeos o incluso aunque no sean inmigrantes no pasaría nada, no hay verdaderos elementos de identificación más que el nombre de sus estrellas principales: Salma Hayek y Eugenio Derbez, como dos de las personalidades más reconocidas de nuestro país.
Estas contradicciones no se quedan ahí, en cuestión de argumento también hay discordancias presentes. La supuesta redención de protagonista nunca llega y solo es excusa para el lado melodramático de la película, y es que la premisa en tan predecible que incluso pareciera que los realizadores al estar conscientes de ello optaron mejor por un mensaje contradictorio: ser gígolo es bueno, puede que seas también un bueno para nada pero siempre y cuando tengas corazón no habrá verdaderas consecuencias, porque ¿qué importa trascender y aprender las verdaderas lecciones de la vida si puedes conseguir el amor a base de engaños y el éxito a base de contactos?
Es obvio que la cinta está hecha para ciertas audiencias que la validaran como el éxito para la que fue pensada, siguiendo las trilladas reglas de la industria: comedia simple, drama barato y un elenco llamativo donde figuran Kristen Bell, Michael Cera, Weird Al Yankovic, Raquel Welch, Rob Lowe y por supuesto Salma Hayek, pero el gran gancho es sin duda Derbez, quien sabe cómo hacer su chamba y conectar con el público. El verdadero problema aquí no es lo que el comediante mexicano nos pueda ofrecer, sino la falta de interés por ofrecer algo por lo menos medianamente diferente; agradeceríamos más el intento de una idea original que tomar una vieja formula y adaptarla a ciertas situaciones oportunistas, eso sí, es taquillazo seguro, pero ¿por qué el afán de ofrecerlo, como dicen, peladito y a la boca?