Producción: Corazón Borrado (Boy Erased)
Director: Joel Edgerton
Año: 2018
Plataforma: Cartelera

 

En 5 líneas esta película: 

Está inspirada en hechos reales

Tiene buen elenco

Es melodramática

No logra evitar los clichés

Es confusa en su narrativa

 

 

 

Es una verdadera pena que en pleno año 2019 todavía sean necesarias películas como Corazón Borrado, una propuesta que no es ni la primera ni la mejor en tratar un tema tan delicado como lo es la realidad de los campamentos de terapia de conversión para homosexuales. En 1999, Jamie Babbit le dio al mundo But I’m a Cheerleader, protagonizada por una excelente Natasha Lyonne como una porrista enviada a terapia de conversión por su familia. Fast forward hacia inicios del año pasado, donde Desiree Akhavan estrenó en Sundance un trabajo parecido con The Miseducation of Cameron Post, esta vez protagonizada por Chloë Grace Moretz.

Con Boy Erased, por su título original, Joel Edgerton, adapta la historia verdadera de Gerrard Conely, un sobreviviente de la terapia de conversión a la que fue enviada por sus padres durante sus años universitarios y donde, de primera mano, vivió los sistemas de corrección que por tantos, tantísimos años se han visto como métodos genuinos para curar homosexuales.

En la película, Lucas Hedges interpreta a Jared (inspirado en el Gerrard de la vida real), el hijo de un matrimonio que así como es amoroso, también es religioso. Cuando el muchacho se ve orillado a revelar que tiene sentimientos confusos por hombres, su familia pide consejo a miembros de su comunidad eclesiástica y finalmente deciden que lo mejor es llevarlo a un campamento que promete resultados de por vida. Ya desde el primer día, Jared se da cuenta que los dogmas impartidos apuntan a una dirección más que todo peligrosa, y que la dichosa conversión es en realidad una catequesis construida sobre el odio propio.

Donde Russell Crowe hace una interpretación bastante tibia como el padre de familia, Nicole Kidman brilla como una madre en conflicto, una que cree que está haciendo lo mejor para su hijo al entregarlo a fuerzas desconocidas que prometen arreglarlo. Hedges, por su parte, hace un trabajo sólido que toma prestado de sus personajes en Lady Bird (Gerwig, 2017) y Mid90s (Hill, 2018), sin perder esta nueva identidad que, en parte, también está cimentada en alguien más, alguien de la vida real. Como el director del campamento, el mismo Edgerton hace un buen trabajo fungiendo como villano, sin embargo, no va más allá de eso y su materialización de “todo lo que es malo” termina resultando caricaturesca. El elenco principal lo completan Joe Alwyn, Troye Sivan y Xavier Dolan, interpretando versiones opuestas y raras de sí mismos.

Si bien es claro que el propósito de Edgerton como realizador era militar por la extinción de estos lugares, y en general por la descontinuación de la terapia de conversión, lo cierto es que Boy Erased no logra ser nada más que un melodrama familiar lleno de clichés, los peores clichés, y una narrativa tan confusa y mal fabricada que en realidad la moraleja queda completamente desdibujada y propensa a mal interpretarse, y es que sí podría pasar que alguien termine de ver la película y se pregunte si la homosexualidad no es la verdadera villana de la historia. Ojo ahí.

Boy Erased no es una mala película, pero tampoco es una gran película y ciertamente no es la película a ver si se tiene curiosidad sobre la terapia de conversión, sobre qué es y cómo se llega ahí. No somos quiénes para decirlo, pero si están buscando una obra que ayude a verdaderamente entender sobre este tema, váyanse por The Miseducation of Cameron Post. Váyanse por But I’m a Cheerleader. Si lo que quieren es ver a Nicole Kidman, siempre nos quedará Moulin Rouge!

 

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