Dave Chappelle hoy en día es una figura mítica en los Estados Unidos. Mucho tiene que ver lo payasos que pueden ser los norteamericanos cuando se trata de la cultura popular proveniente del tube (*tose* Trump *tose*), pero hay que aceptar que la historia de este gran comediante no ha sido convencional.

Chavorruco (y stoner) que se respeta creció repitiendo una y otra vez las famosas líneas de la ópera prima de Dave Chappelle: Half Baked (David, 1998). La película no solo es el preámbulo de la comedia que catapultaría al cómico al salón de la fama de la televisión, también es una amigable e irreverente historia con sketches tan graciosos que los repetimos una y otra vez hasta el cansancio. Uno de ellos, el cual nos muestra a Dave Chappelle interpretando a dos personajes, el protagónico Thurgood Jenkins y a un secundario, Sir Smoka Lot, es probablemente el mejor de todos y top 3 de la carrera del comediante. Chappelle coescribió y protagonizó la película con tan solo veinticuatro años. El éxito de Half Baked le valió otros papeles menores en Hollywood y el interés de celebridades y productores. Eventualmente dicho interés derivaría en el Chappelle’s Show.

El aclamado show se estrenó en 2003 y duró solo tres años. La estructura era sencilla: Chappelle presentaba el programa y cada uno de los tres o cuatro sketches que se le mostraban al público en el studio (y a quienes convenientemente se les grababan las carcajadas). Decir que la comedia era buenísima no le hace justicia, ya que hay sketches que brillan a través de los años, el más famoso de todos por supuesto es Charlie Murphy’s True Hollywood Stories, y la grandiosa caracterización de Rick James (“I’m Rick James Bitch”). Pero no todo era comedia, el Chappelle’s Show llevaba en su grandeza un comentario social bien elaborado. Para muestra un botón, justamente el primer sketch del programa piloto fue el de Clayton Bigsby, “el supremacista blanco, afrodescendiente”. Clayton supuestamente era un niño afroamericano que nació ciego, en una comunidad racista de Estados Unidos; debido a su crianza Clayton es tan racista como se puede ser, pero nadie se tienta el corazón de decirle que él mismo es de raza negra. Brillante.

La fama del show y el tono filoso de su comedia racial le trajeron muchos problemas a Dave Chappelle, problemas que al ser mezclados con la presión de trabajar dieciocho horas al día terminaron por quebrar al cómico. La comedia del Chappelle’s Show empezó a ser catalogada como una especie de Uncle Tom’s, una comedia echa por negros, para que se rían los blancos de los mismos negros. A decir del propio Chappelle, en algún momento en su mismo set escuchó cierto tono en la risa de un integrante de la producción al comentar uno de los sketches, la incomodidad que le causó ese episodio terminó por romper la liga. Por otro lado, Chappelle siempre quiso tener total libertad creativa para hacer su show, algo que en Hollywood es prácticamente imposible. A la mitad de la tercera temporada Dave Chappelle escapó de su show y se fue a vivir a Sudáfrica, sin dar mayor explicación de por qué dejaba un contrato de cincuenta millones de dólares sobre la mesa. Siempre pensé que la similitud con Bamboozled (Spike Lee, 2000) era tenebrosa.

Dave Chappelle tuvo muchas oportunidades subsecuentes de explicar que le había sucedido, pero siempre quedaron los rumores de una razón más morbosa. No la había. Lo que si hubo fueron intentos por regresar a hacer lo que siempre fue su verdadera pasión, desde los catorce años: la comedia stand-up. No obstante, la fama del show y su debacle mediático lo persiguieron, arruinando presentaciones y alimentando ese rumor de que el comediante estaba perdiendo la razón. La realidad de las cosas es que el comediante, durante todos estos años, estaba disfrutando el sueño americano, viviendo con su familia en Yellow Springs, Ohio, una de las últimas comunidades hippies de Estados Unidos, con una fortuna proveniente del DVD más vendido para un programa de televisión, y esporádicamente haciendo lo que amaba.

En el mes de marzo Netflix estrenó no uno, sino dos especiales de stand-up de Dave Chappelle, con lo que oficialmente celebramos el regreso triunfal del comediante al centro de la atención mediática; esta vez con el vehículo de moda: el monstruo de las plataformas On Demand. Los especiales son buenos si se promedian; el primero lo catalogaría de malo, ya que es uno de esos especiales grabados para una audiencia general, con un Chappelle comportado y sin pasarse de la raya, casi sin insultar. El segundo es mucho mejor, donde lo vemos casi inadvertido de las cámaras, suelto, improvisando e inclusive aplastando los sueños de fama de una pobre en el público que intentó un heckle.

Dave Chappelle es una persona que ha forjado su propio destino, a base de talento y astucia, y con toda seguridad se merece todo lo que tiene. Pero el mejor Dave Chappelle nunca lo volveremos a ver. Ese Dave Chappelle de Lil’ Jon, Rick James y Sir Smoka Lot, por la simple razón que es el Dave Chappelle que espanta al mismo Dave Chappelle, que le propició los años más difíciles de su vida. A los fans de aquellos fantásticos años de comedia solo nos queda conformarnos con esos destellos que podemos apreciar en sus stand-up de su famosa vocalización histérica, y horas incansables de YouTube, porque ya nadie tiene DVD players.

 

 

 

add_filter( 'the_title', 'max_title_length');