Producción: Dear White People
Creador: Justin Simien
Año: 2018
Plataforma: Netflix
En 5 líneas esta temporada:
Mantiene un guión afilado
Aprovecha mucho mejor a su elenco
Hace sentir el asco del racismo
Amplía el diálogo y el discurso de las realidades afroamericanas
Puede ser pesada en discurso
Dear White People arrasó con su primera temporada el año pasado y regresa con un guión aún más punzante. Volvemos a Winchester, una prestigiosa universidad en Estados Unidos, donde Sam (Logan Browning) tiene su programa radial Dear White People, acompañada ahora de su amiga Joelle (Ashley Blaine). Al mismo tiempo, Reggie (Marque Richardson) se enfrenta a la cotidianidad después del acoso policial que vivió en las mismas premisas de la universidad.
Esta temporada tiene más matices que la anterior, pero mantiene la honestidad al representar la violencia racial que se puede vivir en un ambiente protegido y privilegiado como una universidad privada, compartiendo el spotlight y aprovechando mucho mejor a su increíble elenco. Parece que tengo una debilidad por los sidekicks: Joelle es un personaje infinitamente disfrutable, llevando al humor y la reflexión de una manera inteligente.
A momentos, el guión parece apabullar de contenido al espectador, pero sabe equilibrarse con un humor satírico; incluso parece reírse de la propia producción a veces, volviendo la reflexión desde la realidad al mismo contenido. Eso sí, en este ímpetu de abarcarlo todo, hay capítulos más plásticos y divertidos, o como bien diría Sam, “some black Harry Potter shit!”. Además de todo, esta temporada cuenta con un excelente soundtrack (que pueden encontrar aquí) que fluye con la historia y que tiene un leve guiño a otra maravillosa serie She’s Gotta Have It (Netflix, 2017), de Spike Lee.
Una de las frases emblemáticas de esta temporada, “whiteness + guns = America”, llega casi al mismo tiempo que el lanzamiento del videoclip This Is America de Childish Gambino, en un ensayo sobre la violencia racial en los Estados Unidos. La serie establece su relevancia en la América de Trump, que nunca es mencionado en la serie y no necesita serlo: su presencia está en la realidad que se vive en el día a día. No necesitamos ver la imagen de Trump, sino en la gente que lo apoya y sus consecuencias.
La incomodidad que provoca la serie en el espectador a veces es exacta y dirigida. Si se vuelve repetitivo el discurso es porque la gente negra vive con ello todos los días y resulta una veta central de su identidad y de la interacción que tienen con la sociedad americana. Entretenida y dramática, Dear White People se vuelve real a nivel visceral, volviéndose atemporal y vigente en un contexto donde la violencia racial, luego de siglos, no disminuye, sino que se transforma.