Producción: Diamantes en Bruto
Dirección: Josh SafdieBenny Safdie
Año: 2019
Plataforma: Netflix

 

En 5 líneas esta película:

Es una obra de autor

Tiene buenas actuaciones

Tiene buen arte

Tiene un ritmo asfixiante

Es una revisión de la los estándares masculinos

 

   

 

Los hermanos Josh y Ben Safdie han construido una filmografía corta pero coherente en cuanto a retratar las caras más vulnerables, complejas, grotescas y altisonantes del mundo urbano y con ello, de la sociedad en la que se inscriben. Oriundos de la gran manzana, los realizadore cuentan con cuatro largometrajes: The Pleasure of Being Robbed (2008), sobre una cleptómana, Daddy Longlegs (2009), sobre un proyeccionista divorciado, Ni el Cielo Sabe Qué (2014), sobre una desposeída adicta a la heroína, Good Time: Viviendo al Límite (2017), sobre un ladrón y su hermano con discapacidad cognitiva y la reciente adquisición internacional de Netflix, Diamantes en Bruto (2019), sobre un joyero adicto a las apuestas.

Esta última, protagonizada por la superestrella Adam Sandler, compone un trayecto atípico; el recorrido de un vendedor mediocre que se auto percibe como un héroe caído en desgracia, con una personalidad repugnante e histérica. No es gratuito entonces la elección de Sandler, quien es percibido por las grandes esferas del mainstream como un actor de comedias igual de mediocres como el supuesto éxito empresarial de su personaje, Howard Ratner. Ratner es perseguido por la cámara de los Safdie durante una travesía desesperante: cuando consigue un ópalo extraído clandestinamente desde algún lugar del continente africano, este le es arrebatado por un posible comprador, la estrella de basquetbol Kevin Garnett, a la par de que unos usureros le cobran una fuerte cantidad que ha despilfarrado en más apuestas que nunca gana.

Al igual que en sus cintas anteriores, la dupla apuesta por un entorno hostil y violento, aunque revestido por el ostentoso lujo neoyorquino, la luz neón y el derroche económico. No obstante, su entraña continúa en el camino que recorre el Robert Pattinson de Good Time: Viviendo al Límite, otro singular personaje que se auto percibe como un héroe caído en desgracia, para disfrazar su propia mediocridad dentro un sistema del que no quiere formar parte, pero sí beneficiarse de él.

A diferencia de él, Ratner busca participar en dicho sistema, controlarlo, poseer las mejores cosas, los artículos de mayor lujo, una pareja como deslumbrante accesorio y entrada VIP a los eventos más hot de la temporada —como un concierto de The Weekend aunque no tenga ni la menor idea de quién se trate; en suma, un hombre que ejerce el poder verticalmente de a cuerdo al idea de la masculinidad occidental. A su camino, retratado de forma vouyerista pero igual de controladora que el propio personaje, se le cruzan los obstáculos más salvajes de su entorno y se ve superado, incompetente y frustrado de no disponer del suficiente poder, económico o simbólico, para recuperar el control.

Así, vira en una tragedia que se aleja de lo ramplón de la sátira para mostrar un mundo plausiblemente perverso, violento y artificioso, bajo un ritmo que por momentos inquieta y se preocupa por el bienestar del mismo Ratner y quienes le rodean. El héroe de esta historia, lejos de imperfecto, es más bien mediocre, echando a andar la maquinaria a la que se inscribe sin tener del todo claro su lugar en la mesa.

Al igual que el derrotado Renton en Transpotting 2 (Boyle, 2017), el caricaturista malhumorado que sale adelante en Amercian Splendor (Springer, Pulcini, 2003), o el vagabundo alcohólico con super poderes de Hancock (Berg, 2008), el diamante en bruto que es Ratner —y por consiguiente, Sandler, quien ya ha interpretado héroes en desgracia como el comediante de Funny People (Appatow, 2009)— , nos muestra que aún en el legado de la aspiracional soberanía farandulera gringa, las castas operan de manera regular, sin tentarse el corazón en la lucha por todo el poder.

 

 

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