Producción: Kingsman: El Círculo Dorado
Director: Matthew Vaughn
Año: 2017
Plataforma: Cartelera

 

En cinco líneas esta película:

Es una secuela innecesaria aunque graciosa

Sale Elton John dando patadas voladoras en traje de corista

Tiene a Julianne Moore y eso nos gusta en Bollo Negro

Tiene un discurso utilitarista sobre la libertad

Nos despedimos de varios personajes aunque conocemos nuevos

 

  

 

El génesis de Kingsman fue, en palabras de Matthew Vaughn, durante una plática que sostuvieron Mark Millar y él mientras se empinaban una pinta de Guinness. Coincidieron en que Casino Royale (Campbell, 2006) no mostraba la senda de aprendizaje de Bond y eso la hacía carente de viaje iniciático como la senda del héroe solicita. A partir de ahí estuvieron de acuerdo en crear una pieza posmoderna de espías; palabras textuales extraídas del documental del desarrollo de la cinta. En la secuela de ese experimento se debía aumentar la apuesta y para eso deberían ir a donde ningún Kingsman había ido: Kentucky… y no el de los pollos.

Eggsy (Taron Egerton) vive una vida apacible según los estándares de un espía: escapa de un intento de asesinato por parte de Charlie (Edward Holcroft) para ir a celebrar el cumpleaños de sus colegas en compañía de su novia, la princesa Tilde de Suecia (Hanna Alström). En otra parte del mundo sin revelar, Poppy (la increíble Julianne Moore ¿o no, Bela?) ha vivido en una fantasía de pueblo sesentero, pues creció viendo películas como American Graffiti y Vaselina, pero en el trayecto convirtió a su organización en el cártel de droga más redituable del mundo. En medio de los planes  de Poppy está la agencia de inteligencia independiente Kingsman y eso significa su eliminación inmediata. Ante tal amenaza, solo hay otra agencia que puede ayudarle a Kingsman: Statesman, una destilería dedicada a crear un impresionante bourbon y algo más.

El cine de espías es demasiado serio y le hace falta jocosidad, es ahí donde Kingsman triunfa. No hay nada para tomar en serio en esta cinta, por lo que se es libre de soltar varias carcajadas. Uno de los ejes de la película es la famosa frase que recita Colin Firth, y que en esta versión le corresponde al chileno Pedro Pascal: “Manners maketh man”, que traducido sería “Los modales hacen al hombre”, hablando de la importancia de ser cortés y educado (o educada, no es determinante del género), lo que sería una mejora para el contacto humano. De esta máxima se desprende el gusto por el vestir adecuadamente y presentable ante el mundo así como apreciar los gustos, muchos dirán burgueses, como es una buena bebida para degustar.

¿Y cómo es que algo que no debe tomarse en serio plantea algo que pretende ser serio? Es ahí la importancia de la comedia como móvil de un discurso, un ejemplo muy claro es el médico a palos de Molière, que tiene un principio similar (aclaración para los puristas de las letras, no comparo a Molière con Kingsman, sin embargo tienen esas similitudes discursivas). Por cierto la máxima sobre los modales corresponde a un hombre inglés del siglo XV llamado William Horman.

No piensen que van a ver una obra fílmica esencial en su vida cercana (esa quizá la vean el 6 de octubre). Verán una cinta irrisoria con un gran reparto y un Elton John haciendo una impresionante actuación física, verán una secuela bien armada aunque una película que por sí sola no funciona, se tiene que considerar parte de un binomio, es decir si vieron la primera pueden ver la segunda y disfrutarla al mismo grado.

 

 

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