Cuando se empezaron a escuchar las primeras reacciones de la crítica especializada sobre la cinta mexicana La 4ta Compañía (Galván; Arreola, 2016), me causó gracia que inmediatamente pensé en un video que se hizo viral sobre la selección argentina de futbol. En dicho video se nos muestran cuarenta segundos del vestidor de la selección justo después de haber clasificado el mundial. Los jugadores estaban festejando con aquellos cánticos de hincha sudamericano, en los cuales le dedicaban algunos oprobios a los periodistas, ya que a la selección hay que alentarla hasta la muerte.

Para aquellos que no recuerden, la primera vez que la mayoría de nosotros supimos de La 4ta Compañía fue durante los premios Ariel del 2017, en los cuales, de manera sorpresiva, la cinta se empezó a llevar una categoría tras otra hasta llegar a una impresionante suma de diez. Una de las películas más premiadas en la historia de los Ariel y no había pisado ninguna sala nacional.

Las expectativas eran altas.

A su estreno, finalmente, los críticos que van a Cannes rápidamente empezaron a hacer notar varias fallas de la película, algunas indefendibles del tipo amateur hour, como las pelucas espantosas que utilizó el elenco. Este aspecto en lo particular duele, ya que a simple vista se puede ver que la producción se esforzó en varios detalles de su película, algunos que cuestan dinero: vestuario de época, una multitud de extras, posproducción, banda sonora; es decir, a simple vista esta no es una película de festival que costo tres pesos, o bien mucha gente trabajó gratis para poder lograrla. Otras observaciones tal vez estiraban la liga del snobismo, sobretodo respecto a su forma opuesta al cine pulcro de contemplar la vida sin nada de crema chantillí. Pero más allá de las observaciones de forma que pudiéramos pasar por alto, es verdad que la cinta por momentos se extiende en muchas direcciones, y que por tanto cierra apresuradamente algunos cabos, y a otros les da más importancia en el desenlace de lo que en efecto los desarrolló durante la película.

Y bueno, volviendo a la analogía del futbol, a la selección se le quiere con el corazón, pero cuando juega mal, ¿acaso no hay que exigirle? Pues depende de qué hincha sea cada quién.

La 4ta Compañía va a tener más aciertos o más defectos dependiendo del ojo con el que se le mire, la vara con la que se le mida; pero a final de cuentas, la elección es personal y eso va a decir más de nosotros que de la película. A La 4ta Compañía se le puede criticar según el cine independiente que se produce en México, el que le tira a Reygadas más de lo que le conviene, el que alberga tremendo talento realizado y emergente. Ese cine que sorprende a la crítica extranjera y a los aclamados jueces del jurado de los dos o tres festivales más importantes del país, pero que no puede llenar una sala para evitar el paredón. O bien se le puede criticar desde ese cine ratonero, copión, barato, ridículo y top ten taquilla del año para películas nacionales.

Lo correcto tal vez es mirar a esta cinta con ambos lentes, porque es justamente eso. Es el eslabón entre un cine que pretende tener un diálogo con su público –enganchar, entretener, digerir por él–, pero también es un cine que se toma en serio, que tiene algo que decir, que propone. Es, justamente, el cine que necesita México. Porque la industria nacional va bien encaminada a seguir produciendo cine de festival, y también va bien encaminada a seguir embruteciendo al mínimo común denominador que quiere ver algo en español un domingo por la tarde. Los hijos de Reygadas v. los hijos de Derbez. Pero, ¿podremos tener algo en el justo medio?

¿Cómo es ese cine?

Pues es algo similar a La 4ta Compañía.

Así que amiguitos, recuerden: hay que alentar al cine nacional, hay que alentarlo hasta la muerte.

 

 

add_filter( 'the_title', 'max_title_length');