Producción: El Misterio de Silver Lake
Dirección: David Robert Mitchell
Año: 2018
Plataforma: Cartelera

 

En 5 líneas esta película:

Tiene toques noir

Cuenta con muchas referencias a la cultura pop

Tiene buen arte y fotografía

Tiene toques de sátira

Es una historia confusa

 

   

 

En 1995 el escritor y filósofo italiano Umberto Eco convocó a una serie de académicos a debatir el análisis crítico literario, girando en torno a la interpretación y sobreinterpretación de los textos, en sus elementos formales como contextuales, donde se hacia hincapié en ciertas interpretaciones desmesuradas o paranoicas de signos enunciados por algunos autores que, en una lectura ideal, no figuraban.

Un lector capaz de hilar los significados obvios, sea porque comprende el contexto adecuado, se trata de ese lector modelo, alguien para quien el autor, de forma consciente y deliberada, escondía guiños que serían interpretados tal cual han sido pensados. En cambio, a los intérpretes que rompían con dicha lectura y contextualizaban desde otra referencia, más fortuita quizá, develaban secretos no escondidos dentro de dichas obras y eran adeptos del velo que crea el misticismo sobre el que se sobreinterpreta.

En la cinta El Misterio de Silver Lake (2018), del director David Robert Mitchell, el personaje de Sam (Andrew Gardfield), figura como una descripción textual de lo que definía Eco como adepto del velo. En el tercer largometraje del también director de Está Detrás de Ti (2014), Sam es un treintañero desempleado, un holgazán voyerista que desesperadamente busca escapar de sus responsabilidades y encontrar otro sentido en su vida. Luego de que su vecina e interés cuasi amoroso, Sarah (Riley Keough) desapareciera, se inmiscuye en esa y otras misteriosas desapariciones que llevan al personaje a ahondar en una teoría conspiranóica en la hipermediatizada ciudad de Los Ángeles. Aquella ciudad es un sitio que ha sido escenario de misterios, thrillers y un sin fin de mitos urbanos, en el que la vorágine de la vida socialité esconde un mundo underground al que sólo una cierta parte de la población puede acceder. Por azares del destino y motivado por su propia paranoia, Sam logra inmiscuirse en un misterio que le resuelve una verdad que termina por quitarle el poco sentido que le daba a su vida la cultura pop que tanto idealizaba por su rebeldía y frescura.

En ese sentido, Mitchell nos plantea dos cuestiones: por un lado retoma un buen atasque de cultura pop mediante referencias a Spiderman (interpretado otrora por el mismo protagonista), cintas de Hitchcock (Ventana Indiscreta, Vértigo, las más obvias), atmósferas lyncheanas, música de Nirvana y R.E.M., videojuegos de 8 bits y revistas pornográficas. Por otro, nos invita a una historia confusa y gratuita, que encuentra en los signos velados de esta mitológica parafernalia un leimotiv para su aventura.

En el mismo texto de Eco, el profesor Jonathan Culler afirma: “No cabe duda de que muchas interpretaciones extremas… gozarán, en mi opinión, de una mayor posibilidad de sacar a la luz conexiones o implicaciones no observadas o sobre las que no se ha reflexionado con anterioridad que si luchan por permanecer sanas o moderadas”.

Así, la historia de Silver Lake encierra un espíritu noir que es alimentado por los mismos elementos externos que la componen: un actor de cierta fama mundial que ha participado en blockbsuters de alto calibre y la nieta de Elvis y Priscila Presley, así como por una plástica  artificiosa que exagera los elementos extravagantes de sus personajes.

Quizá esta cinta, al igual que la aventura de Sam, tampoco llega a nada, pero en el camino nos hace pensar en sus referencias, las cuales al mismo tiempo nos llevan a otras en una semiosis que parece infinita, cuya finalidad podría ser exponer la vacuidad de toda la industria en una especie de sátira de humor negro.

 

 

add_filter( 'the_title', 'max_title_length');