PRODUCCIÓN: EL SACRIFICO DE UN CIERVO SAGRADO (THE KILLING OF A SACRED DEER)
DIRECCIÓN: YORGOS LANTHIMOS
AÑO: 2017
PLATAFORMA: CARTELERA

 

EN 5 LÍNEAS ESTA PELÍCULA

Es de suspenso y terror prsicológico

Muestra una evolución en el estilo del director

Tiene buenas actuaciones

Es ambigua en sus intenciones

Puede no enganchar con todo el público

 

   

 

Yorgos Lanthimos es un director que vino de las lejanas tierras griegas para sacudir el cine contemporáneo. Su más reciente producción, El Sacrificio Del Ciervo Sagrado, es otra tremenda revisión al comportamiento humano en un estilo estrambótico que puede ser fruto de su humilde origen.

Su obra completa comprende cinco largometrajes, en los cuáles abunda la distopía proveniente de conceptos y normas aceptadas por la sociedad occidental llevadas al extremo para una imagen más precisa de lo que a este cineasta le parece peculiar. El primero, la olvidada Kinetta (2005), nos lleva a una costa de postal turística durante el invierno, donde se pueden ver las peripecias de su gente en la llamada temporada baja; seguido por su mejor obra, Canino (2009), en el que un grupo de jóvenes son sometidos por la institución máxima conocida como familia de la cual nacen todas las reglas, incluso en la lingüística. Luego un filme que pasó desapercibido y que lleva por nombre llamado Alps: Los Suplantadores (2011), en el que un grupo de personas ofrecen un servicio histriónico a aquellos que atraviesan un duelo. Luego, el cineasta dio un salto y se traslada a Estados Unidos para presentar La Langosta (2015), su filme más reconocido, que ocurre en un mundo en el que la monogamia es ley y aquellos sin pareja son llevados a instituciones (casi manicomios) donde es su obligación encontrar a su media naranja (o ser convertidos en animales).

Es pertinente mencionar su filmografía, aunque sea de pasadita, para dejar en entredicho que a Lanthimos le gusta jugar con el orden de la realidad y las conductas de sus personajes frente a situaciones dadas. En El Sacrificio Del Ciervo Sagrado, ese juego de realidades no proviene meramente de lo social, como en el resto de sus obras, sino de un aspecto sobrenatural, casi religioso y místico, que encuentra su origen en la mitología griega (Ifigenia en Áulide de Eurípides) y en la religión cristiana ortodoxa (imperante en Grecia). En ella el Dr. Murphy (Colin Farell), un médico de prestigio con antecedentes alcohólicos, vive rodeado de la familia ideal: su esposa (Nicole Kidman) es una oftalmóloga reconocida, madre y esposa ejemplar y sus hijos, un pequeño (Sunny Suljic) y una adolescente (Raffey Cassidy), parecen salidos de un catálogo de ropa para chavitos bien.

A su apacible vida llega Martin (Barry Keoghan), un desvalido adolescente que ha perdido a su padre a manos de Murphy, quien se vuelve un íntimo amigo en la búsqueda de una figura paterna. Pero pronto la actitud de Martin se vuelve sombría y misteriosa, al desatar sobre esta familia una maldición que los obliga a realizar un sacrificio forzoso. Es ahí donde una cinta acartonada intencionalmente en sus actuaciones y su narrativa comienza a tornarse robusta e interesante. Una vez que la familia del médico comienza a vivir la maldición que ha caído sobre ellos, cada uno reaccionará de distinta manera, expondrá sus verdaderos colores y dejará al rojo vivo su personalidad frente al chance de una muerte no sólo inminente sino tortuosa.

Lanthimos se preocupa por revisar la idea del sacrificio, existente tanto en la antigua Grecia como en otras civilizaciones del pasado. Pero para el director esto no forma parte de un orden primitivo de una sociedad arcaica, sino indiscutiblemente de la naturaleza humana. La familia modelo se desprende a cada segundo de su carácter ejemplar y se deconstruye para convertirse en otra cosa: en una secta o un clan que a los ojos del presente es violenta e irracional, pero que emana de la supuesta institución más inamovible. La fantasía mitológica y la sed de sangre de los dioses (¿o demonios?) convierten a la película en un carnaval de imágenes hemofílicas que incomodan tanto como la chirriarte banda sonora. Decir que es una cinta provocadora cae tanto en la obviedad como decir que una comedia es chistosa (aunque no todas lo sean).

La influencia de cineastas como Kubrick con Ojos bien cerrados (1999), donde también Nicole Kidman es artilugio para hablar de ciertos cánones, o de Michael Haneke y su Funny Games (1997), no pesan más que la de otros del cine griego como Theo Angelopolus a quien en este ejemplo, Lanthimos le ha aprendido un poco más que en momentos anteriores de su filmografía. La evolución se ha vuelto una constante en su trabajo, pese a visitar temas similares. En este caso muestra una introspección a lugares más recónditos que los parámetros sociales para hablar con franqueza de la deteriorada naturaleza humana.

 

 

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