Producción: El Vicepresidente: Más Allá del Poder (Vice)
Director: Adam McKay
Año: 2018
Plataforma: Cartelera
En 5 líneas esta película:
Es una sátira al partido político republicano de EEUU
Tiene buenas actuaciones
Tiene un montaje ágil
Tiene un sentido del humor negro
Puede ser un poco pesada por el argot político
“Gracias a Satán por la inspiración para interpretar este rol”, fueron las palabras del actor Christian Bale tras haber recibido el Globo de Oro a mejor actor, gracias a su trabajo en la cinta El Vicepresidente: Más Allá del Poder, donde portó la piel del exvicepresidente de Estados unidos durante el mandato de George Bush hijo, Dick Cheney.
Esta declaración incendió la esfera de la opinión pública, que por un lado rechazó el comentario tachándolo de inapropiado mientras del otro, la iglesia satánica, vía su cuenta oficial de twitter, agradeció el apoyo mostrado por el actor al mencionar a la figura de su credo durante su victoria. En la ceremonia no desató otra cosa más que risas y aplausos de parte de sus colegas, pero sus palabras escoden más que un comentario humorístico o una inclinación religiosa. Sus palabras, al igual que el guión del director Adam Mckay, forman parte de una revisión anatómica de la figura del republicano norteamericano promedio.
Al igual que a Satán, que en cierta línea de pensamiento se le considera una deidad, un ser lleno de inteligencia, fuerza y voluntad, y en otra se le considera un monstruo y el origen de todos los males; lo mismo ocurre con el Partido Republicano. Los afines a aquél partido político usualmente tienen un pensamiento conservador y neoliberal, que no repara en ciertas injusticias en pro de sus ideales o del capital mismo, pero que a su vez representa para sus feligreses un estilo de vida pulcro y honesto con sus orígenes y su patria. Lo que Mckay muestra en su cinta es, al principio, una caricatura exagerada de la forma en la que los republicanos se ven a sí mismo. Contándonos los esfuerzos por lograr sus objetivos de ostentar el poder de formas un tanto ilimitadas, sin cuestionamientos morales o éticos y ensimismado en su ideal de lo correcto. La segunda mitad es un tanto más punzante, pues da cuenta del peligro que suponía esta figura para la política de su país durante el inicio del siglo XXI, desde el ataque terrorista del 9/11 hasta la guerra contra Irák. El vicepresidente Cheney operaba como un fantasma, manipulando al torpe George Bush y haciéndolo creer que las ideas que implementaban realmente venían de él y su capacidad de gobernador.
Pero el Cheney de Mckay es tan inteligente como despiadado, protegido por la teoría unitaria ejecutiva, que indica (hasta la fecha) que cualquier cosa que haga el presidente (manipulado por él, obvio) es legal. Lo que el veterano cineasta y comediante (exescritor de SNL) hace con esta cinta viene también de su visión preocupada y crítica de la política norteamericana y del mal (¿o buen?) uso del sistema.
El también director de Anchormarn (2004) y de La Gran Apuesta (2015), repite las formas de esta última para entregar una historia densa de una forma sencilla, con un montaje de paso veloz, sin un orden cronológico tan lineal y con un humor negro que es tan incómodo como crítico, donde, sin duda, las palabras de su protagonista encuentran todo el sentido, pensando un poco en el estado actual de la política en aquel país.