Producción: White Gold
Creador: Damon Beesley
Año: 2017
Plataforma: Netflix
En cinco líneas esta serie:
Se trata de una comedia clásica inglesa
El soundtrack es un deleite ochentero
Las actuaciones dejan demasiado que desear
Hace una notable referencia a una cinta de Scorsese
Falla en la ejecución de su humor
Está de más decir que el humor inglés no es para todos, sobre todo si se trata de una comedia como White Gold. Con Ed Westwick en el rol principal, la serie sigue la historia de Vincent Swan, un ambicioso vendedor capaz de lo que sea para probar el éxito, ¿les suena familiar? ¿ dónde lo hemos visto? ¿Jordan Belfort? Sin duda hay alguna similitud con El Lobo de Wall Street (Scorsese, 2013), al menos en premisa porque de calidad, pues les platico.
Ambientada en Essex a mitades de los ochentas, Vincent es la estrella dentro de un grupo mediocre de vendedores de ventanas de doble revestimiento de plástico UPVC –aburrido desde aquí–, este material había alcanzado gran popularidad en el Reino Unido durante esta década y grupos de vendedores como estos se dedicaban a estafar a sus clientes con un producto completamente inútil e innecesario a precios descomunales, de ahí el nombre de la producción. A lo largo de la serie se percibe una sensación plástica y falsa –como sus aclamado producto– desde la actuación acartonada de Westwick, hasta aspectos más profundos como el desarrollo y profundidad de su personaje. Anteriormente había mencionado el intento de la BBC por retomar el personaje de Scorsese y producir su propia versión; el problema con Vincent es que durante seis capítulos casi no lo conocemos, mientras que con el filme de Scorsese tenemos un despliegue más humano y complejo de su personaje principal en un par de horas. En la misma línea, el resto del elenco ofrece el rendimiento necesario, totalmente promedio.
Ahora, concentrándonos en el humor, este es demasiado digerido. Como ese amigo bobo que en un principio nos da risa por su simplicidad, pero a la larga se vuelve odioso. A eso debemos agregarle tintes sexistas, no solo en su humor, sino en como representan a las mujeres y la forma en la que se relacionan con el elenco masculino. Vincent es el estereotipo de hombre joven, atractivo, hueco, superficial y supuestamente encantador; aunque para ser honesta no le encuentro nada de carisma o algo que me haga simpatizar en lo más mínimo con él, por lo contrario.
En general la serie resulta aburrida, plana y olvidable, se puede perder con facilidad entre el vasto catálogo de Netflix. Puedo recomendarla a los fans de Westwick por tratarse de su come back a la pantalla chica después de una larga ausencia, solo por el valor emocional. Fuera de ello, no tiene nada destacable o que la haga entretenida ni por su premisa, pues la hemos visto mejor articulada con anterioridad. Algo que debo reconocer es la ambientación, en cualquier momento puedes identificar con facilidad la vibra ochentera. El soundtrack está constituido por referentes obligados de esa década desde Blondie, Depeche Mode, New Order y Duran Duran. Pero pues todos tenemos Spotify, ¿no?