Producción: Isla de Perros (Isle Of Dogs)
Director: Wes Anderson
Año: 2018
Plataforma: Comercial

 

En 5 líneas esta película:

Es una comedia de humor seco, al puro estilo de su realizador

Está realizada con técnica de animación stop motion

Es de impecable y llamativa producción

Puede divagar por momentos debido a sus excesos

Es una aventura llena de amor hacia las mascotas caninas

 

   

 

Wes Anderson regresó al uso del terreno de la animación con un franco deseo de superarse, por lo que se apoyó en un relato en aparentemente complejo, pero de temática y tono fácilmente reconocible. El director juega con la estructura narrativa, el lenguaje y la idiosincrasia japonesa que la historia ofrece para crear una obra de manufactura impresionante con un espíritu más experimental que previas propuestas.

Lo diré sin más: Isla de Perros es una experiencia fascinante, pero que cae en algunos excesos. Desde el primer cuadro, hasta el último, cada imagen es arrebatadora, alcanzando un grado de perfección que es imposible no admirar. A pesar de la calidad, consistente en la filmografía de Wes Anderson, con obras de minuciosa concepción estética como The Grand Budapest Hotel (2014) o Moonrise Kingdom (2012), es en la animación donde el texano ha encontrado su personal paraíso, en el cual puede exprimir todas las posibilidades que ofrece un canvas tan extenso como su imaginación se lo permite, con el total control de sus elementos.

Con tal poder a su disposición, Anderson creó un nuevo universo a su imagen y semejanza, enfocado en esta ocasión hacia el terreno de la fantasía, debido a la naturaleza distópica de la historia, contextualizada con prólogo que explica como el brote de gripe canina en la ciudad japonesa de Megasaki, es el pretexto ideal para que el alcalde Kobayashi, cuya dinastia ha mantenido una aberración hacia los perros, fabrique una conspiración que provoca el exilio de todos los canes a Trash Island (Isla Basura), en la cual se espera que eventualmente mueran. Solo la intrusión de Atari, un chico en busca de su mascota, perturbará el orden establecido, iniciándose una misión de rescate con la ayuda de un grupo de perros recluidos de la isla.

Es cierto que la temática de misión suicida es el tópico por excelencia en la filmografía del director, lo cual omite el elemento sorpresa a la película; sin embargo, este no es pecado de mucha importancia, gracias a la capacidad del director de crear atmósferas tan envolventes y peculiares, con un timing para la comedia y el drama cada vez más maduro. Esta evolución en el estilo del realizador ha mejorado el grado de profundidad que las relaciones entre sus personajes suelen tener, aunque en esta ocasión, hay que reconocer que no todos son tan aprovechados como gustaría, debido a una lista demasiado larga nombres en el elenco para una cinta de noventa minutos de duración.

Al transcurrir los hechos en un Japón diseñado al gusto de la imaginación del director, la presencia del lenguaje local es prominente en los humanos, mientras que los perros se comunican en inglés. Wes Anderson decidió omitir los subtítulos de la comunicación en el lenguaje nipón, confiando en la intuición del espectador para seguir el hilo de los hechos. Me parece una maniobra interesante que refuerza la idea de la imagen como primordial comunicador en el lenguaje cinematográfico, aunque he de aceptar que para que funcione, depende que el espectador acepte seguir el juego, lo cual puede ser contraproducente.

Dicho esto, es necesario observar que a pesar de la progresión ya mencionada en aspectos estéticos y tonales, en esta ocasión, hay una falta de atención al argumento que resulta en un libreto un tanto desafinado, en comparación con otras obras más enfocadas. Esto se puede notar en el uso de saltos en el tiempo un tanto indulgentes, que pueden cortar el ritmo en alguna ocasión; el mismo efecto es provocado por una trama secundaria, que sigue los esfuerzos de una estudiante de intercambio por desentrañar la conspiración de Kobayashi, que al final no tiene mayor relevancia, más allá de ofrecer gags en el camino.

Este cúmulo de detalles, producidos por un alto grado de pasión hacia el proyecto que no tuvo la precaución de mesurarse, no son graves, pero le restan grandeza a una película sumamente efectiva, que sin tanta saturación de giros, personajes y excentricidades, podría haber llegado a un público mucho más extenso. Benditos los que ya estamos acostumbrados a las peculiaridades de su director.

 

 

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