Producción: Era Una Vez Brasilia (Era Uma Vez Brasília)
Director: Adirley Queirós
Año: 2017
Plataforma: FICUNAM
En cinco líneas esta película:
Es una obra ciberpunk
Es una crítica a la clase política de Brasil
Tiene buena fotografía
El sonido se vuelve un personaje más
Puede ser un poco lenta y larga
Adirley Queirós es un cineasta brasileño proveniente de una familia migrante de Minas Gerais, quien vivió en Brasilia a principios de los setenta, cuando esta se convertía en la nueva capital del país. Luego de ello, su familia migró de nuevo a Ceilândia, donde Queirós pasó gran parte de su juventud. El cineasta de oficio cuenta con tres cortometrajes y tres largometrajes, siendo el más reciente Era Una Vez Brasilia, que llega a México gracias al esfuerzo del FICUNAM.
Esta cinta nos presenta un mundo posapocalíptico, ciberpunk y delosador, donde la clase política ha exterminado todo rastro de la esperanza con la que Juscelino Kubitschek presentó a Brasilia en 1960. Conocemos a WA4, un alienígena/viajero del tiempo, que luego de ser encarcelado en su planeta es enviado a la tierra a asesinar a Kubitschek. No obstante, al fallar el plan y caer en nuestra época, desvía el rumbo de la historia y Queirós desvía su artificio a un mundo de tecnología mecánica, naves espaciales y resistencias al régimen.
El director utiliza la ciencia ficción para disfrazar una realidad; tal distorsión esconde una verdad lamentable que el mismo autor vivió de primera mano. No hay duda que el relato apunta a la crisis política y económica de su país, al incumplimiento de la justicia y a una clase política incompetente y traicionera. En sus guardias, WA4 escucha en la radio los discursos de los políticos, pero poco vemos de los mismos, la gran ciudad o la gente que habita el lugar. Los únicos personajes que acompañan el relato son una mujer que fue prisionera en la posguerra y un rapero que dirige la resistencia.
Queirós nos señala mediante la onda radial a los causantes de la crisis y la guerra, nos muestra las consecuencias en imágenes inmóviles, donde la acción es poca pero de necesaria lentitud para enforcarnos en el sonido, su aliado más poderoso. Su mundo apocalíptico de ciencia ficción utiliza una precaria tecnología que ensambla chatarra como tecnología de avanzada y nunca nos muestra los días, como señalando que el sol no existe más, aunque el verdadero nombre de WA4, Karpenstahll, significa sol naciente.
La película recuerda al cine serie b de los años setenta, como en aquella grandiosa pero oculta El Hombre que Cayó a la Tierra (Roeg, 1976), donde el elegantioso Thomas Jerome Newton (Bowie, nadie menos) llega a la tierra para conseguir agua para su planeta, pero queda varado por su adicción a las drogas. Pero también se nutre de las preocupaciones del Cinema Novo, que en las épocas a las que apunta con el dedo, los setenta, era la punta de lanza del cine avant-garde brasileño.
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