La fórmula secreta de HBO está al alcance de todos: sexo y/o violencia. La gran mayoría de sus series van a contener al menos una escena de desnudos o sexo explícito, o bien algún tipo de sufrimiento humano inflingido por algún otro ser humano. Para su nueva serie no hay excepción alguna a la regla, aún y cuando esta se trate de un universo habitado por un conjunto de adolescentes en un suburbio de la Unión Americana.

Euphoria, protagonizada por la otrora estrella Disney, Zendaya, es la creación más reciente de Sam Levinson, talentoso joven de apenas treinta años y creador de la controversial Assassination Nation (2018). La serie tiene ese toque neón que brilla suavemente entre azul y rojo que adorna una fotografía preciosista y consciente de la composición, así como una influencia explícita de los filmes de Larry Clark (quién, al parecer, sentenció por siempre la manera correcta de representar la adolescencia norteamericana en la pantalla). Entonces, ¿qué agrega la creación de Levinson al imaginario colectivo? Pues en general no mucho, más que una actualización a esta nueva generación que se avecina: la Gen Z, y de paso subiéndonos a todos un nivel en el rucómetro.

Esta nueva generación, que nació en los días del ataque terrorista a las Torres Gemelas, es una para quienes las personas trans son compañeros de colegio, protagonistas en su historia y no un cuento de nicho, como lo venían siendo para sus antesesores millennials. Estos últimos, se quedaron entre querer cambiar al mundo y hacer home office todos lo días, y ahora Euphoria decreta el final de la tribu de aquellos nacidos entre 1983 y 1996. Para esta nueva generación, Kim Kardashian es una señora caderona con millones de seguidores en Instagram, pero que sin saberlo viven en su legado, el cual por cierto ya se transformó desde grabar un video porno para ser famosa hasta ¿cuál era la novedad de grabar un video porno?

Si bien a nadie sorprende que la revolución sexual, aquella que intentó acabar con un puritanismo hipócrita pero castigador de mediados de siglo XX, terminó como un producto más que se reempaquetó y se le vendió a la juventud como la única forma de destacarse en sociedad, Euphoria cae en un bache demasiado obvio, en el cual constantemente nos está recordando, no que el sexo es un derecho humano o en todo caso una necesidad fisiológica, sino que es una corriente salvaje con la cual hay que nadar o hundirse en la ignominia. Y se nos recuerda mediante frases tan frescas y jocosas como «No estamos en los ochenta, te hace falta pito», hasta frases terriblemente expositoras como «Ok que seas una puta, pero, ¿qué tan puta eres?»

En aquél juego de semántica del huevo y la gallina, ¿qué es primero?: ¿El reflejo de la sociedad en una serie televisión?, ¿o la sociedad adoctrinándose al ritmo de una serie de televisión? En el caso de Euphoria y el sexo, pareciera que la segunda, ya que sus esfuerzos desmedidos por revelarse como la que no se avergüenza al hablar de sexo la delatan, como una mala maña en una mesa de póker. Pero, a final de cuentas, esa es la fórmula de HBO, y ya sabemos que hay que tomar lo bueno con lo malo.

Habrá que seguir viendo.

 

 

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