Producción: Everything Sucks!
Creador: Ben York Jones, Michael Mohan
Año: 2018
Plataforma:  Netflix

 

En cinco líneas esta serie:

Es un drama sobre la ansiedad adolescente

Sabe redondear a sus personajes

Tiene buen desarrollo emocional

Está repleta de nostalgia de los noventa

No va a conectar con todos

 

  

 

Netflix conoce perfectamente la receta para la nostalgia y Everything Sucks! no es la excepción. La serie creada por Ben York Jones y Michael Mohan combina los problemas de la adolescencia y lo terrible que puede ser pertenecer al grupo de nerds de la escuela, esto con algo de nostalgia de los noventa añadida que nos da un cierto sabor a aquellos años previos a la debacle de MTV.

Los protagonistas de esta serie no son los populares de la escuela, aquí las estrellas son los nerds que pertenecen al club de video y al grupo de teatro. La vida de este par de grupos de desadaptados se cruzan por casualidad y terminarán rodando juntos una película de alienígenas azules. Luke (Jahi Winston) es el cabecilla de un trío de nerds de primer año y un aspirante entusiasta del club de video que tiene el sueño de ser director de cine. Nuestro antihéroe cae enamorado de Kate (Peyton Kennedy), una chica huérfana de madre que atraviesa por dificultades personales y quien tiene sus propias razones para sentirse perturbada por la adolescencia.

El gran acierto de esta producción es el interés por contar no solo el descubrimiento de la homosexualidad de Kate y su viaje interior hasta asimilarlo y sentirse cómoda consigo misma, sino también la respuesta de Luke, porque el enamoramiento no entiende razones y nuestro romeo se empeña en una misión que está por demás perdida.

La serie sobrevuela otros pasajes de ansiedad adolescente, como la relación de dependencia extrema y de anulación personal que mantienen dos de los personajes secundarios, Emaline (Sydney Sweeney) y Oliver (Elijah Stevenson), que tiene una relación tóxica que nadie es capaz de ver en su entorno y que convierte a Emaline en una chica hostil y frívola.

Esta producción puede sonar, a final de cuentas, como un espejo transgeneracional de aquella cultura MTVisesca, pero la serie está bien construida y sabe mostrar la maduración emocional de sus personajes, prueba de fuego para cualquier guion que pretenda una porción de nuestro tiempo. Por supuesto que los capítulos están acompañados de música de Oasis, Alanis Morrissette, Gin Blossoms entre otros ídolos de la década. Y por supuesto que a la pantalla la adereza de manera impresionante los particulares de la época: mochilas transparentes, vestidos de flores, gargantillas, gafas de sol, playeras enormes, y productos de los noventas como ring pops que es divertido extrañar.

Habrá que ver si el target de la serie son los hoy chavorrucos que crecieron en la época y querrán recordar los sinsabores de la adolescencia, o la juventud de hoy que quisiera verse reflejada en los tintes de antaño.

 

 

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