Producción: High Life
Dirección: Claire Denis
Año: 2018
Plataforma: FICUNAM

 

En 5 líneas esta película:

Es la incursión de Claire Denis a una película de habla inglesa

No es la típica película de ciencia ficción

Tiene una estructura intrincada

Maneja cierto horror corporal

Cuenta con secuencia eróticas fuera de lo ordinario

 

 

 

La primera escena de la nueva película de Claire Denis muestra un conjunto de especies vegetales, después nos damos cuenta que se trata de un jardín, el jardín del invernadero de una nave espacial que viaja por algún lugar del universo más allá de nuestro sistema solar. High Life es el primer acercamiento de la directora francesa a una película hablada en inglés y a los terrenos de la ciencia ficción; aunque no es la típica ciencia ficción.

El encargado de cuidar dicho invernadero es Monte (Robert Pattinson), único sobreviviente del proyecto de una prisión espacial. El presidiario convertido ahora en naufrago galáctico no solo intenta mantener con vida las plantas de su invernadero, también a su totalmente involuntaria bendición, Willow. La tripulación tenía como meta estudiar un hoyo negro. Claro que al enviar a un grupo de gente indeseada podemos deducir el carácter desechable y hasta intrascendente de los resultados; la mayor figura de autoridad allí es la extraña Dra. Dibs (Juliette Binoche) obsesionada con la reproducción artificial de los presidiarios.

Hay que aclarar algo: Además que a Denis le importa un carajo adentrarse a la ciencia ficción como tal, también le importa un carajo facilitarnos la vida. La película pretende deliberadamente desorientarnos, su intrincada estructura pasa del pasado al presente, futuro o más pasado sin aviso; lo digo de forma subjetiva ya que se nos cuenta lo que sucede en tres o hasta cuatro tiempos. A algunos hartará y a otros fascinará, lo cierto es que con la atención suficiente uno puede agarrar el hilo con cierta facilidad.

Esto se convierte en recurso en una película que, de por sí, pasa de los terrenos del horror corporal y fluidos al por mayor, a lo conmovedor y la maravilla de la vida. Un ejemplo de aquello es cuando Monte está arreglando algo al exterior de la nave y habla a través de un transmisor con su pequeña hija bebé, quien se encuentra en una cuna adentro, para después regresar con ella y decirle que no puede comer su propia mierda porque ser un “taaa-búú”.

Permea un ambiente sexual dentro de la nave, en parte influenciado por las obsesiones de la Drs. Dibbs. Basta decir que los tripulantes cuentan con una habitación dedicada específicamente para masturbarse, The Fuckbox, cuyo mejor uso se lo da el personaje de Binoche en una monumental, sórdida e hipnótica secuencia. El libido es un tema central de la historia, pero también la vida. El protagonista cuida de la vida que lo acompaña, su hija y las plantas, mientras que su antiguos compañeros banalizaban y vulgarizaban la reproducción. La ironía de dejarse llevar por los instintos sexuales olvidando el objetivo central del acto en el infinito cosmos, porque a fin de cuentas esos seres de pulsiones sexuales están hechos de lo que hay afuera. Al parecer la Dra. Dibbs tiene eso bien claro.

High Life es densa. Requiere tiempo comprender lo que en verdad está pasando y un par de vistas. De igual manera es hipnotizante y reflexiva, una tremenda obra espacial.

 

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