Producción: Gambito de Dama
Creador: Scott Frank, Allan Scott
Año: 2020
Plataforma: Netflix

 

En cinco líneas esta serie:

Se basa en la novela de Walter Tevis

Es una serie limitada

Es una acercamiento al competitivo mundo del ajedrez

Tiene buenas actuaciones

Tiene buen arte

 

   

 

En ajedrez, el gambito de dama consiste en una apertura en la que el jugador de las piezas blancas que busque dominar el centro del tablero, ofrece el peón que defiende a la dama (o reina) a su oponente. Implica un sacrificio o una posible desventaja en el número de piezas con el que inicia una partida, aunque más adelante puede ofrecer un mayor dominio.

Este juego de habilidad y destreza mental, suele tener ciertas connotaciones dentro de la cultura popular. Es algo que causa desconcierto entre quienes no están familiarizados y obsesión entre los que sí, pero la verdad es que en ambos despierta un misterio escondido en las sesenta y cuatro casillas del tablero, mismas que encierran probabilidades infinitas.

Este misterio es la antesala con la que el reconocido autor Walter Tevis (El Color del Dinero, El Hombre que Cayó a la Tierra) esgrimió su novela titulada, en efecto, Gambito de Dama (1983), que a su vez inspira la serie limitada de Scott Frank y Allan Scott, disponible en la plataforma de Netflix.

Protagonizada por Anya Taylor-Joy, la historia nos muestra la vida de Beth Harmon, una joven huérfana que alza su carrera en el competitivo mundo del ajedrez al mismo tiempo que lidia con su pasado y adicciones, contextualizada en el sur de Estados Unidos durante la década de los sesenta.

Contrario a lo que puede suponerse, la serie poco ahonda en el juego como sí en el deporte que implica el nivel profesional, y es ahí donde Frank y Scott centran su atención, convirtiéndola en una historia más competitiva que intelectual, pero sobre todo y como las grandes historias deportivas, un viaje a las emociones que no siempre podemos percibir durante una partida.

A lo largo de siete episodios, estamos inmersos en la obsesiva y brillante mente de Beth, quien, empecinada en convertirse en la mejor jugadora del mundo, hace un esfuerzo por controlar lo incontrolable. Esa idea tan contradictoria nos revela que el antagonista, diferente a lo que nos muestra la serie, no se trata de ningún contrincante soviético, sino de la eventualidad y al caos. Por ello, dedica su cuerpo y alma al tablero donde pocas cosas ocurren por azar, donde cada movimiento es consecuente de sus acciones y cualquier error es aparentemente previsible. No obstante, su manía le cobra factura y la sumerge en una espiral de depresión y adicciones de la que tiene que recuperarse para cumplir su propósito.

En la teoría, un jugador de talla internacional debe poseer cualidades calculadoras;  las emociones parecen ser una desventaja que compromete el nivel de juego y se debe saber actuar bajo presión. Pero en la práctica, es el valor del error humano lo que hace de este juego algo tan emocionante e impredecible. Es la imposibilidad de no llevar al tablero nuestros momentos más íntimos, es el enfrentamiento con uno mismo lo que revela el misterio. Como el azar en la vida, son los miedos y dolencias los que Beth tiene que reconciliar si quiere devolverle lucidez a su juego.

El Gambito de Dama (2020) rápidamente sacrifica las explicaciones elaboradísimas de las estrategias y jugadas cuyos nombres apenas quedan en la mente del espectador y en cambio nos entregan un drama poderosamente humano que difícilmente podremos desprender de nuestras mentes.

 

 

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