Producción: Gypsy
Creadora: Lisa Rubin
Año: 2017
Plataforma: Netflix

 

En 5 líneas esta serie:

Es de drama aunque anunciada como un thriller

Tiene una gran actuación protagónica

Introduce uno que otro tema polémico en su trama

Es excesivamente larga

Es predecible

 

 

 

No pueden juzgarme, cuando Netflix me puso en frente el estreno de Gypsy, un thriller psicológico protagonizado por Naomi Watts ¿cómo le iba a decir que no?

La serie nos presenta a Jean Halloway con una vida normal, enfrentando a los problemas que conlleva ser una madre en los suburbios: tomando algunas pastillas para la ansiedad y con un matrimonio casi ejemplar, pero con un esposo ocupado. Jean es una terapeuta que tiene pacientes con problemas normales: una madre sobreprotectora, una chica con problemas de adicciones y un joven que está lidiando con un rompimiento amoroso. Hasta que un día decide aventurarse con la exnovia de este último.

El caso es que Jean comienza a transitar de esa vida cómoda a una llena de mentiras, en la que rompe con todos su principios y valores debido a esa necesidad impetuosa del ser humano por autosabotearse. Justificando así que una psicóloga de renombre con tantos y tantos años de carrera haya decidido romper la ética de su profesión y utilizar métodos inaceptables para tratar a sus pacientes. Porque sí mencioné que sale con la ex novia de un paciente a sus espaldas, mientras que este, semana a semana le habla de lo mucho que la extraña.

La trama tiene un algo que nos permite otorgarle un poco de nuestra fe: Jean tiene ciertos componentes que la hacen un personaje con mucho potencial: problemas con la figura maternal, que vive en una aparente familia arquetípica a pesar de su historial de falta de compromiso, y una niña de nueve años a la que se le juzga por tener actitudes y preferencias que tradicionalmente se le han adjudicado a los hombres. Sin embargo, con la apuesta por querer mostrar a un personaje complejo y lleno de matices, Jean se la pasa tomando decisiones incongruentes que luego son tratadas de justificar con su pasado tempestuoso.

El problema con Gypsy es su superficialidad. El ejemplo perfecto para ilustrar esto es que tienen a Naomi Watts y a Sophie Cookson en un constante coqueteo debajo de unas luces de colores cálidos, de esas que hay en los bares y en los antros. La producción y la fotografía están bien cuidadas, y en algunas de las secuencias pueden ser tan intensas como se tenía la intención, pero el abusar constantemente de los mismos recursos, tanto técnicos como narrativos (la sensación de adrenalina al temer que por fin puedan descubrir alguna de las mentiras de Jean) terminan por agotarnos y hacernos voltear a ver al techo. Y ya ni hablar de los diálogos forzados que prácticamente nos dicen mírenme, soy una escena intensa y profunda.

Quizá los primeros y últimos dos episodios hubiesen sido suficientes para contar una historia interesante, con una buena interpretación y un final que cumpliera. Gypsy no se esfuerza mucho por volar alto y Naomi Watts no puede levantar diez episodios ella sola.

 

 

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