Producción: Graduación (Bacalaureat)
Director: Cristian Mungiu
Año: 2016
Plataforma: Cartelera

 

En 5 líneas esta película:

Es de drama

Es un reclamo a la corrupción y a la movilidad social

Es un relato por momentos exigente

Se puede sentir sofocante en su narrativa

No logra simpatizar con el espectador

 

  

 

La primera vez que ví 4 meses, 3 semanas y 2 días (2007) fue casi por accidente y la sorpresa fue gratísima; el relato desgarrador de Cristian Mungiu sobre dos amigas en edad universitaria, tratando de lidiar con un embarazo no deseado dentro de la Rumania comunista de los años ochenta, es una disección valiente y cruda sobre un tema poco explorado en cine cuando se habla de esos años duros en Europa del este: los derechos de la mujer. 

Una década después y con un estilo definido, el realizador rumano presentó Graduación (Bacalaureat), película laureada que de nueva cuenta apunta con dureza hacia las miserias enraizadas en su país natal: la corrupción, el estado fallido de sus instituciones y la hipocresía social, temas desmenuzados principalmente desde la perspectiva de Romeo. Nuestro protagonista es un médico de experiencia, esposo en medio de una crisis matrimonial, pero sobre todo, padre cuya prioridad máxima es el futuro de su hija Eliza. Ella es una alumna sobresaliente que sufre un fallido intento de violación días antes de presentar los exámenes para la obtención de una beca para estudiar en una universidad de Inglaterra.

Para Romeo, la única esperanza que tiene su hija de aspirar a una mejor vida es irse a un país que idealiza, por lo que ignora la gravedad del incidente hasta que se da cuenta que el estado emocional de Eliza puede costarle lo que él ha trabajado durante toda su vida de padre. Llevado por la desesperación, decide tomar el asunto en sus manos, apelando al compadrazgo y tráfico de influencias para minimizar el riesgo de perder la beca, mientras nos damos un tour entre reuniones clandestinas y tratos ocultos con representantes del aparato judicial, el sistema educativo y de salud, en un proceso desmoralizador y sin retorno.

El deseo de Mingiu por retratar la faceta más despreciable de las instituciones cumple un efecto desgastaste en sus personajes y en la audiencia, llevada hasta el hartazgo por la continua repetición de actos deshonestos, sin que exista un punto de reflexión que provea algo más que la transparente denuncia. La creciente presión sobre Romeo tampoco ofrece algún balance entre sus acciones deshonestas y sus deseos por ver prosperar a su hija, desde que se hace evidente que el motor de sus esfuerzos no está en la búsqueda del bienestar de su hija, sino en su personal lucha por expiar sus culpas a través del control y la hipocresía.

Bajo estas condiciones, Graduación se convierte en un trago difícil de digerir, debido a que el ojo naturalista de Mingiu llega a rebasar las convenciones del drama regular en pos de un retrato más rudo y fulminante, sin que esta decadencia venga acompañada de la intensidad de 4 meses, 3 semanas y 2 días, debido a que su omnipresente protagonista no está diseñado para generar empatía. No se le niegan sus pasajes profundos, sin embargo, el resultado me pareció menos efectivo de lo esperado, una vez que el mensaje es descifrado antes que transcurra la hora de duración.

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