Producción: Guerra Fría (Zimna Wojna)
Director: Pawel Pawlikowski
Año: 2018
Plataforma: 65 Muestra Cineteca Nacional
En 5 líneas esta película:
Está basada en hechos reales
Le valió el premio a mejor dirección en Cannes
Tiene en la música un elemento indispensable
Tiene una fotografía bellísima
Tiene un protagónico que sobresale de los demás
Hay una canción, importante para la historia, que se repite a través de la película, en diferentes momentos, en diferentes versiones, en diferentes interpretaciones, pero siempre con el mismo significado. Dos corazones, cuatro ojos, que estaban llorando día y noche. Ojos negros que lloran porque no se pueden encontrar; dice la letra de Dos Corazones, un clásico polaco que de alguna manera logra explicar perfectamente el tono y la atmósfera general de la nueva propuesta cinematográfica de Pawel Pawlikowksi.
Dentro de la filmografía del director, Guerra Fría nos llega inmediatamente después de Ida, la película que le valió a él y a Polonia el Oscar a la mejor película extranjera en el 2015, gracias a su cautivadora historia de una monja buscando la tumba de sus padres en la Europa de la posguerra. Visualmente espectacular, Ida también estuvo nominada en la categoría de mejor fotografía, volviéndose una de esas raras excepciones que hace la Academia de vez en cuando con películas ajenas a Estados Unidos. Zimna Wojna, título original de la nueva obra de Pawlikowksi, está cortada con la misma tijera, en un sentido que va más allá de repetir cinematógrafo y volver a contar con parte del elenco de Ida, pero también en la manera en que logra encajar un pequeño relato en el gran y atroz panorama de la devastación posterior a la guerra.
La historia comienza en 1949, con Wiktor (Tomasz Kot) e Irena (Agata Kulesza) recorriendo las zonas rurales de Polonia en busca de talento musical sin descubrir. Tienen como propósito crear un grupo folclórico que logre levantar el espíritu del país y calentar los ánimos congelados de una nación rota. A sus audiciones llega Zula (una espectacular Joanna Kulig), quien impresiona sobre todo a Wiktor cuando canta una canción rusa que se aprendió de una película. Así, al tiempo que Zula se va convirtiendo en la estrella de la producción, su romance con Wiktor va creciendo con una pasión a la vez ciega e improbable; en cierta manera, Zula complementa a Wiktor y viceversa, pero a pesar de que se juran amarse para la eternidad, lo cierto es que él cree que existe algo mejor afuera del país que hasta entonces ha considerado su hogar, pero ella no está tan segura de que así sea. Guerra Fría nos va haciendo saltar en el tiempo por casi veinte años, mostrándonos lo bueno, lo malo, lo triste, lo feliz y lo violento en la relación de Zula y Wiktor, que encarnan esa frase popular que dice no pueden vivir juntos y no pueden vivir separados.
La fotografía en esta casi secuela de Ida vuelve a recaer en manos de Lukasz Zal, quien no solo se encarga de transportarnos, a base de luces y sombras, a la época en que está ubicada la historia, pero además logra crear una sensación de encierro que no necesariamente se siente claustrofóbica, sino que más bien obedece a la necesidad de ambos protagonistas de estar cerca, tan cerca entre ellos, que todo lo que conforma el encuadre a su alrededor simplemente hace sentido, se siente correcto, y bajo la impecable dirección de Pawlikowski, absolutamente todo, desde el diseño de producción hasta la banda sonora, cabe perfectamente en ese recuadro hecho ventana que finalmente nos regala la pantalla.
Se dice por ahí que es nada más y nada menos que Guerra Fría quien será la principal oponente contra la Roma de Alfonso Cuarón en la categoría de mejor película extranjera durante la próxima entrega de los Premios de la Academia, un pensamiento interesante si tomamos en cuenta que ambas son películas en blanco y negro que se encargan de relatar (en cierto modo) la historia de sus padres alrededor de eventos de impacto específicos en sus países de origen. Desgraciadamente, la polaca no ha tenido el mismo furor en Estados Unidos como lo ha tenido la mexicana, que va arremetiendo en todos los lugares donde ha sido posible verla, y sin embargo, algo similar pasó cuando Ida tuvo su turno de brillar, siendo opacada durante la mayor parte del tiempo por Leviatán (Zviáguintsev, 2014), a la que finalmente le arrebató el codiciado hombrecillo dorado de las garras de Hollywood. ¿Será que Pawlikowski volverá a correr con la misma suerte?