Película: Hereditary
Dirección: Ari Aster
Año: 2018
Plataforma: Cartelera
En 5 líneas esta película:
No es la típica película de horror
Tiene elementos de terror psicológico
Maneja bien las relaciones entre personajes
También tiene aspectos de horror sobrenatural
Es bastante efectiva en su atmósfera
Antes de que Hereditary o El Legado del Diablo, como fue nombrada en español, se estrenara, mucho se decía sobre si en efecto se trataba de El Exorcista (Friedkin, 1973) del siglo XXI. Cabe mencionar que lo mismo se mencionaba de otras películas contemporáneas como La Bruja (Eggers, 2015); sin embargo, a diferencia de varias de las cintas de horror actuales, la película de Friedkin era una producción mayor de Warner y no una independiente, además que aquella cinta setentera fue aclamada por la crítica y un éxito en la taquilla.
En el caso de los mejores filmes indie actuales del mismo tipo, que intentan alejarse de las reglas comerciales del género, no sucede así: no tienen la misma trascendencia comercial entre el público y regularmente crean polémica entre quienes piensan que es una nueva obra maestra y una tomada de pelo. Lo cierto es que en el cine y la literatura y cualquier expresión artística ya todo está contado. Evidentemente, el jump scare, el niño diabólico, los susurros escalofriantes y demás lugares comunes en el género empiezan a perder efecto en el espectador. Como todo, tiene que evolucionar.
Justo ahí radica el gran mérito de la opera prima de Ari Aster: en crear más un trabajo de perturbadora atmósfera dentro de un drama familiar. Todo inicia con la muerte de la matriarca de la familia, una conflictiva y enigmática anciana que no dejo un buen recuerdo en su hija Annie (Toni Collette), quien se dedica a hacer maquetas donde directa o indirectamente refleja sus traumas familiares y personales. La situación en el núcleo de Annie se vuelve cada vez más complicada con su esposo Steve (Gabriel Byrne) con quien la distancia e incomunicación se vuelven algo normal, con su hijo adolescente Peter quien guarda un resentimiento contra su madre, y con su hija menor Charlie (Milly Shapiro) a quien es cada vez más difícil entender por su retraída personalidad y extraños pasatiempos que incluyen hacer perturbadores dibujos y construir pequeños juguetes con materiales comunes y partes de animales.
En un inicio parece que estamos ante una cinta de terror psicológico al estilo de Roman Polanski en su trilogía de los apartamentos –Repulsión (1965), Rosemary Baby (1968) y El Inquilino (1976), y lo es. Como las buenas películas del género, plantea primero la crisis de los personajes a través de los desconcertantes achaques de su protagonista para después desembocar en el clímax sobrenatural. Hay que dejar en claro que aquí no hay sustos puros o pasajeros. Aster trata de crear una cinta que sea terrorífica en todos sus niveles, desde las relaciones familiares, el contexto de los personajes, la metáfora social, la atmósfera y lo sobrenatural que vemos en pantalla.
No es la típica película de horror que imaginaríamos (tal vez por por eso el desagrado de algunos), parte de su encanto radica en la ambigüedad. A fin de cuantas, lo mejor en todos los sentidos viene en la última parte donde cobra un sentido mayor (descubrimos al verdadero protagonista, entendemos el título) y todos los elementos dramáticos se justifican, eso sí , de la manera más demencial y retorcida posible.