Producción: HILLBILLY ELEGY  
Dirección: Ron Howard 
Año: 2020
Plataforma: Netflix 

 

En 5 líneas esta película:

Es un drama basado en hechos reales

Aborda la relación de un niño con su madre y su abuela

Tiene un par de protagónicos de alto calibre

Es un acierto de enfoque y desarrollo

Pudo aprovechar más el libro en el que está basada.

 

   

 

Mirar al pasado es una aventura de doble filo, que representa la necesidad de entender el por qué sucedieron las cosas, a expensas también de encontrar verdades que puedan lastimarnos o motivarnos. La retrospectiva es la búsqueda de una explicación, la remembranza definitiva, aquello de donde emana el significado de los hechos vívidos, las personas que conocimos, las enseñanzas y las dificultades que formaron parte de nosotros e igualmente un sutil recordatorio de las decisiones que tomamos y nos trajeron al presente en el que ahora existimos.

Hillbilly Elegy es precisamente esa aventura, pero ¿de quién? La respuesta recae en el siguiente nombre: James David Vance (conocido como J.D. Vance). La película, basada en un libro escrito por el mismo Vance, es una exploración a la infancia de este y la relación con sus particulares madre y abuela, que terminó por marcar su crecimiento y generar la determinación con la que asumió su destino. Ron Howard dirige esta historia fragmentándola entre el pasado y el presente. Diversos flashbacks dibujan los trazos de esa maternidad compartida, entre dos mujeres golpeadas por la violencia cultural y directa del entorno donde sus vidas se llevaron a cabo.

Es aquí donde este director se juega la mejor carta del filme: dos estupendas, maravillosas y magistrales actrices que nos entregan dos colosales interpretaciones que plasman a la perfección las consecuencias de los traumas, las adicciones, los conflictos familiares y el hecho de tener que vivir en un país inmerso en las desigualdades estructurales. Glenn Close y Amy Adams configuran las miradas de dos mujeres que son producto de la violencia a las que fueron sometidas y la manera en cómo sobrevivieron o se vieron superadas por ella, una hazaña que por sí sola ya es un acierto inmenso; porque la manera en como sus personajes manifiestan agresividad, enojo, tristeza, te congelará en un mar de sensaciones incómodas, que incluso tienen el poder de activar recuerdos en los que vean, en cada uno de esos fotogramas, experiencias similares.

Adams se adueña completamente de su personaje. Construye una identidad desde cero y la ejecuta sin miramientos de ninguna clase, porque Bev Vance es una mujer con muchos matices psicológicos, variantes que no pasan por alto en el inestable comportamiento que Adams manifiesta en cada momento de la película. Es un deleite verla asumir desafíos actorales de esta clase, acompañada de Close, quien asimismo nos da un soporte de ternura ruda, capaz de sobrellevar y alentar a un niño que pudo heredar las mismas inconsistencias de su madre; pero que en cambio ocasionó en su familia una diferencia importante.

Pero otro acierto de Hillbilly Elegy recae en su enfoque, la manera en como la película reflexiona sobre esa relación de madre-hijo y hijo-abuela; la perspectiva de un niño, desde la retrospectiva de un adulto, J.D., quien nunca aparta de sus pensamientos la comprensión y el amor que siente por su madre, incluso a pesar de todos sus desaciertos. Esa manera de plasmar el cariño traspasa la pantalla, porque no es un cariño común y corriente, es uno que te lleva a la realización de que a veces estar deja de ser suficiente; o que a veces no es imperativo permanecer en un solo lugar todo el tiempo, toda la vida; o que a veces…partir es decir también «te quiero con toda mi alma».

Puede que a pesar de tener todas las buenas intenciones en la pantalla, Hillbilly Elegy haya heredado un deber con el que no cumple en absoluto: otorgar las mismas impresiones que generó la novela en su momento. Se ha dicho que Ron Howard le tuvo miedo a la propia obra, o al menos esa es la impresión que ocasionó. Las reflexiones en torno a las condicionantes de una pobreza colectiva y otros problemas sociales – que sí se estudian en el libro – se omiten y se le apuesta más a los conflictos familiares y la perspectiva individual del adulto que mira a su niño interior.

Personalmente creo que es un error que le podemos perdonar al cineasta (si estamos dispuestos), porque tomar un camino independiente, centrarse en las intimidades de un sufrimiento compartido, en el núcleo de una familia disfuncional, sean errores creativos o no, le permitieron a Howard, Adams y Close recordarnos que los dolores permanecen en un sentir que no se puede evitar, que estará ahí el resto de la existencia; pero que también, con un poco de cariño y comprensión, son dolores que se pueden sobrellevar.

 

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