El fenómeno no resulta ajeno, es más, se ha vuelto una tradición en el género de superhéroes: la crítica destroza y los fans adoran. Algunos casos, como el de Batman v. Superman, se han convertido en un verdadero cataclismo, donde hordas virtuales de fans han promovido un linchamiento proverbial de sitios como Rotten Tomatoes (el cuál es un recopilador de críticas y ni la debe ni la teme). La divergencia más reciente le tocó a Marvel, con la serie original de Netflix, Iron Fist.
Según Rotten Tomatoes, solo al 17% de la crítica le agradó la serie, mientras que un 81% de los fans se expresó positivamente. La diferencia es abismal. Hay que agradecerles a los fans de Iron Fist que no sean tan ridículos como la población de niños rata que habitan el universo de DC, pero definitivamente este fenómeno lo pone a pensar a uno. Los argumentos fáciles de cada lado son: la crítica necesita algo para “mamar” (sic) y; los fanboys se conforman con ver a un live actor disfrazado de su superhéroe favorito. Pero descalifiquemos ambos extremos y seamos serios.
En esta casa se sigue manteniendo que Iron Fist es mala: Dany Rand pasó quince años en un monasterio milenario aprendiendo artes marciales con maestros que poseen conocimiento ancestral. Dany se pone a prueba y logra convertirse en el Iron Fist. A pesar de esto, siempre lo vemos realizando los mismos movimientos, fracasando en sus intentos por esclarecer sus ideas y constantemente recordando el accidente de sus padres. Cero zen. En un intento por acercarse al espectador se incluye a Claire, siempre Claire. Nuestra vieja amistad, decide viajar a China con un par de desconocidos y asediar una fortaleza, para después confesar “que desearía no haber venido a China con ustedes”. Una fortaleza por cierto, desprotegida. ¿Y los cientos de ninjas que vimos antes? Otro personaje recurrente es Madame Gao, a quien la conocimos caminando entre los empacadores de droga a quienes ha cegado para que le sirvan mejor. Nos queda claro que es malvada. Mostrarla a contra luz o hablando en la oscuridad, rodeada de guardaespaldas y alardeando sobre los secretos que conoce es una regresión en el personaje. La historia de los Meachum está bien lograda y Harold por momentos asusta, pero la trama está alejada de la historia principal, y cuando la serie parece ser de dos frentes, entran a la ecuación Bakuto y Davos, trayendo consigo a otra Mano y conflictos de Kun Lun. Al final ninguno termina por ser resuelto y nosotros nos perdemos entre el relleno y todas las tramas y personajes secundarios. Y por si fuera poco las secuencias de pelea son burdas y sin nada especial.
Iron Fist es, simplemente, más de lo mismo; no aporta nada nuevo a la mesa. Quizá es suficiente para aquellos que disfrutan de este tipo de historias, sencillamente porque es lo que les gusta, así como hay personas que se pueden sentar a ver cualquier cosa, por más mala que sea, con tal de que la trama tenga viaje en el tiempo. El problema para el resto (y para la crítica), es que este universo ya nos había entregado más. Daredevil nos dio gore, oscuridad y villanos bien construidos (¿quién como Kingpin?). Jessica Jones nos mostró un villano al que no se le puede ganar con fuerza bruta, y conflictos contemporáneos como el abuso, o temáticas loables como el empoderamiento de la mujer. Estas series fueron más allá y se les aplaudió por ello. Con Luke Cage empezamos a flaquear, encendieron las luces y nadie dijo nada, volteamos a ver a nuestro alrededor a ver si los demás habían visto lo mismo que nosotros y nos fuimos a casa en silencio. Con Iron Fist se confirma la tendencia, ¿a caso ya no hay más trucos en la bolsa? ¿Es verdad que en Los Defensores vamos a ver doce capítulos de lo mismo? Ojalá y no, ojalá y en Los Defensores crítica y fans se agarren de las manos y den vueltas en una pradera verde bajo el rayo del sol. Pero eso solo va a ocurrir si los mejores escritores a la disposición de Netflix se esmeran verdaderamente en darnos algo que nos conmueva, algo para todos, no solo para cumplir con los fans.
En esta era digital, Neflix es lo más semejante a un monopolio. El exigir calidad es nuestra responsabilidad, de otra forma, nos seguirán alimentando para el común denominador. En tal, ¿qué otra cosa vamos a ver?