Es imposible negar el éxito de Jerry Seinfeld. El actor y comediante es una historia más del sueño americano, donde un joven talentoso llega a ser rico y famoso. Su show homónimo, Seinfeld, reinó por nueve años el nutrido campo del sitcom. Como ningún otro, Seinfeld supo atrapar la atención de un público buscando una comedia inmediata que no le exigiera más al espectador que su atención, y a cambio le entregó una comedia que no se pasaba de chistes bobos.

Cuando finalizó el programa, Jerry Seinfeld se volvió inmensamente rico, al lograr lo que todos los profesionistas de su ramo aspiran: la sindicalización de su programa. Esto significa que el programa ha sido liberado de su cadena original (NBC en el caso de Seinfeld) y ahora puede ser mostrada por diversas cadenas al mismo tiempo. Esto a su vez representa una avalancha de dinero para los dueños del programa.

El comediante entró efectivamente en el retiro desde entonces, sin llevar a cabo un esfuerzo consciente de seguir produciendo contenido. Las noticias más relevantes de Jerry Seinfeld eran su colección de carros, la cual podría ascender hasta más de ciento cincuenta, y su ostentoso departamento frente a Central Park en Nueva York, lo que es la zona más cara del mundo para vivir. Recientemente, a raiz de que Netflix tomara en su portafolio la serie, la gente empezó a saber de Comedians in Cars Getting Coffee, un programa de entrevistas que cuenta con diez temporadas, de las cuales las primeras nueve se mostraron en la plataforma Crackle. El programa es tal y como se describe en su nombre. En su oportunidad hablamos más profundamente del programa aquí.

Recientemente, viendo capítulos de temporadas pasadas del programa, me topé con un par de instancias, una en la entrevista de Bill Maher y otra con Sarah Silverman, en las cuales a Jerry Seinfeld se le salió su verdadero sentir respecto a su estatus de celebridad. El comediante no se esfuerza en ocultar que a su parecer, él y sus compañeros representan la realeza del mundo moderno y son los elegidos para caminar entre los normales con un aire de extraordinarios. A tales comentarios, Sarah Silverman le contestó de manera más sincera, llamándolo de manera humorosa un elitist douchebag (mamón elitista).

Me quedé pensando en los méritos de la actitud de Jerry Seinfeld, los cuales pasa por lo mismos argumentos de cualquier privilegiado que ha luchado por todo lo que tiene. El ganador de la carrera salvaje de la meritocracia. También pasé por los argumentos del bien común, de realmente qué es aquello que deberíamos valorar como sociedad para nombrar a alguien como extraordinario. Pero al final de cuentas, me quedé satisfecho con otra reflexión: En las épocas de la realeza, de cuando verdaderamente existían reyes y emperadores, estos llegaban al poder jugando al juego de tronos (oh sí), de manera déspota tal vez, pero siempre hábil; siempre sin importarles el bien común o el avance de la sociedad. Tan solo una instancia más (old school) de esa misma meritocracia. El poder por el poder, así como lo dictó la naturaleza. Fueron estos individuos quienes crearon el concepto de la corte y la realeza. Fueron ellos quienes inventaron el sentirse extraordinarios cuando caminaban entre los ordinarios. En sus cortes, entre toda la gente que estaba ahí para adorarlos y servirlos, se encontraban los bufones, a quienes en muchas representaciones de la cultura popular hemos visto humillados o despreciados, al ser la parte más denigrante de todas las funciones de aquella corte magistral.

¿Me pregunto que diría Ragnar Lodbrok de ver a un bufón haciéndose sentir extraordinario mientras camina entre los ordinarios? ¿Me pregunto qué tan rápido lo mandaría a decapitar?

Esa es la sociedad posmoderna de finales del capitalismo en la que vivimos.

De cierta manera nos deshicimos de los tiranos. Ahora habrá que deshacernos de los bufones. Gran reto cuando el hombre más poderoso del mundo es ambos.

 

 

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