Producción: La 4a Compañía
Director: Mitzy Vanessa ArreolaAmir Galván
Año: 2016
Plataforma: Cartelera

 

En cinco líneas esta película:

Es una cinta de corte carcelario y también deportiva

Tiene una sólida dirección

Construye de gran manera a sus personajes

Tiene un fuerte trabajo de efectos especiales 

Los Perros son reales, practican en Santa Martha Acatitla

 

    

 

Sin un contexto claro sobre la procedencia de la frase (“¡Animo delincuencia!”) que define el denuedo del filme tanto a cámara como detrás de ella, durante la conferencia de prensa para su presentación, los directores Mitzy Arreola y Amir Galván mencionaron que el periplo de La 4a Compañía empezó a iniciativa de Galván, al realizar un documental y que entre medio surgieron historias, fuentes y anécdotas que la llevaron a convertirse en una ficción. Uno de los pilares fue la colaboración con la compañía de teatro del penal de Santa Martha Acatitla. Y, dado que la logística de una filmación no coincide con las dinámicas de un presidio y que los internos son personajes complejos de retratar, pues son celosos de su espacio y de su condición, a la larga eso contribuyó a la creación de una cinta más sólida.

Zambrano (Adrián Ladrón) es hábil con la ganzúa, aunque pese a sus habilidades termina en Santa Martha; su supervivencia en el penal depende de estar al tiro y no dejarse de nadie. El tambo es manchado y el que se come los verdes no llega al siguiente día. Adentro, Zambrano se reencuentra con El Tripas (Carlos Valencia) quien lo introduce a la banda que la lleva, Los Perros, el representativo de futbol americano del presidio que tiene por capitán a Combate (Andoni García). Él es el estratega de la escuadra que tiene entre sus filas a personajes variopintos como Quinto (Gabino Rodríguez), el encargado de cobrar las cuotas y quien siempre sueña con un helicóptero; Palafox (Hernán Mendoza), quien anhela hacerle unos XV años chulos a su hija desde el tambo –aunque adentro es solo el ordenanza del regente de custodios–, a Chaparro (Manuel Ojeda) le fue encomendada la labor de hacer que Los Perros ganen cada encuentro por orden del mismísimo jefe de policía, apodado El Negro (Josepho Rodríguez). Pero, para Los Perros, el tiempo no solo se va en practicar tocho: además de cuidar de los reclusos junto con las otras tres compañías de custodios de la cárcel, hay otras labores que se hacen fuera de tiempo y de las paredes del penal.

El elenco guarda historias interesantes. El director comentó que Manuel Ojeda fue uno de los actores que trabajó en una de las cintas emblemáticas sobre cárceles mexicanas: El Apando (Cazals, 1976), donde interpretó a Polonio. Esa cinta se filmó parcialmente en la excárcel de Lecumberri y, durante el actual rodaje de La 4a Compañía, uno de los reclusos, de edad avanzada, se acercó a Ojeda y le dijo: “¿Quihubo, Polonio?, no te veía desde Lecumberri”.

A Carlos Valencia le preguntamos sobre la construcción de su personaje, El Tripas, que guarda un paralelismo con su último papel en una telenovela: “El trabajo de un actor siempre será una actitud política al margen si se presenta en un escenario o delante de una cámara. Cuando digo que sí a un personaje tiene que ver con una postura ante las clases olvidadas, vejadas. Son personajes que han perdido la fe […]. El Tripas es olvidado por su familia, tanto que no la vemos en toda la película […]. La construcción (del personaje) fue sencilla, lo difícil fue abrirse y dar de sí mismo al personaje”. Esto quizá no sería tan significativo si consideramos que el director acotó que Valencia prácticamente revivió para terminar la película: una condición médica sin mencionar lo mantuvo hospitalizado.

Otro detalle interesante para el rodaje fue la división de labores de los co-directores. Para muchos de los intérpretes esta situación fue tan nueva que no sabían cómo reaccionar; a veces Arreola dirigía a los actores y Galván la puesta en escena, y otras ocasiones al revés. Incluso hubo momentos en los que se dividieron en dos unidades. Pareciera que una película con dos directores se prestaría para el descontrol, sin embargo, el elenco hizo énfasis en que la voz y la coordinación entre ambos era tan pareja que aunque estuvieran en unidades de filmación aparte, la voz de la dirección era la misma. Ojeda mencionó que “fue una fusión entre ambos, nunca se notó una diferencia entre uno y otro a la hora de ser dirigidos”.

La 4a Compañía es una de esas cintas que flotan entre etiquetas: es comercial, pues su apuesta es el público general, pero tiene elementos de un cine elaborado para festivales, en los cuales tuvo un importante éxito. Tiene una hechura prolija, la edición fue cuidada, así como la posproducción, que contiene un importante trabajo de efectos especiales que no se había visto en ninguna otra película nacional.

La historia, autoría de la directora Mitzy Arreola, se mezcla entre anécdotas, fuentes y notas periodísticas que sustentaron una parte importante de su verosimilitud; eso sirvió para que tuvieran una dirección, repetimos, sólida. Destaca que no se enfrasca en un género, pues es deportiva pero también es al interior de una cárcel (no, no es un plagio de la historia de Burt Reynolds ni mucho menos de Adam Sandler); es un drama pero contestatario, que la acerca a un documental.

Una película que vale la pena ver por tres razones: por buena, por el discurso y porque es mexicana con un tema ampliamente contemporáneo.

 

 

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