Producción: The Shack (La Cabaña)
Director: Stuart Hazeldine
Año: 2017
Plataforma: Cartelera

 

En cinco líneas esta película:

Es de drama

Es efectiva en su mensaje

Tiene buen elenco

Delimita por sí sola su público

Es convencional

 

  

 

Basada en el Best Seller del mismo nombre escrito por William P. Young, La Cabaña nos lleva a través del proceso de catarsis que atraviesa Mark Phillips (Sam Worthington) después de la tragedia ocurrida durante un campamento junto a sus hijos.

Habiendo sufrido los abusos de un padre alcohólico, Mark consigue sobrellevar esta situación, en la que carga el peso de sus acciones, para convertirse en el padre de tres hijos junto a su esposa Nan (Radha Mitchell), y vivir acorde al modelo de familia cristiana estadounidense. Tras sufrir el trágico incidente que se nos presenta en la premisa, Mack se encuentra en una encrucijada que pone en duda su fe. El padre de familia recibe una misteriosa carta firmada por Dios bajo el seudónimo de “Papa”, como lo llaman su esposa e hija, y decide dirigirse a la cabaña donde ocurrieron los lamentables hechos. Es aquí donde su viaje comienza, siguiendo una serie de eventos que confunden nuestra percepción en el tiempo en favor de la revelación espiritual que alcanzará nuestro personaje principal. Es en la cabaña donde se encontrará con la personificación del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, donde tras una serie de enseñanzas acerca del amor y el perdón, conseguirá liberarse de su sufrimiento en el entendimiento consigo mismo y con Dios.

La película lleva a cabo la reconciliación de Dios con el público al mostrarnos la versión inclusiva de una deidad que es amor, ante el cual todos son capaces de redimirse, incluso el padre abusivo de Mack. La cinta presenta además a Octavia Spencer como Papa, en un giro con relación a la representación tradicional del Todopoderoso. Así, la cabaña acerca su fe a un público que, al igual que Mack, pone duda de sus creencias. De la misma manera crea controversia por la manera en que son representadas las máximas entidades del cristianismo, entrando en conflicto con sus formas más ortodoxas.

En un resurgimiento de la espiritualidad cristiana, la película coloca de nuevo en manos de Dios la tragedia humana, liberando a Mack de su sufrimiento. El mal en el mundo no es causado por Dios, sino por los hombres. Aún así, ante la inmensidad del Señor, el género humano puede solo aceptar lo que le acontece con la esperanza de un desenlace que traerá el fin de todo sufrimiento, liberandolo de toda responsabilidad, pero aún más importante, alejando a los seres humanos del dolor inherente en la vida misma como parte de su salvación.

 

 

 

 

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