Producción: La Tortuga Roja
Director: Michaël Dudok de Wit
Año: 2016
Plataforma: Cartelera
En 5 líneas esta película:
Es de animación tradicional
Es la primera producción de Ghibli dirigida por un extranjero
No contiene diálogos
Se desenvuelve entre lo terrenal y la fantasía
No es tan emotiva como otras cintas de Ghibli
La cinta producida por el legendario Studio Ghibli, en colaboración con la compañía francesa Wild Bunch, si bien parte de la premisa común del naufrago, nos lleva hacia una experiencia fantástica y única. Dirigida por el holandés Michael Dudok de Wit, La Tortuga Roja estuvo dentro de las nominadas a mejor película animada en la última ceremonia de los Oscar, y también fue parte de la sección Una Cierta Mirada en el Festival de Cannes del 2016.
Lejos de una historia de sobrevivencia, La Tortuga Roja se enfoca en la interacción del protagonista con el entorno natural en el que se encuentra. Al inicio, vemos como un hombre queda varado en una isla habitada sólo por algunos animales. Una de sus primeras acciones es construir una balsa para escapar, sin embargo, sus intentos se ven frustrados una y otra vez por una tortuga roja. A pesar que en cada intento construye una balsa más grande y toma aún más precauciones, siempre se ve impedido para huir. Nunca vemos al hombre con verdaderos problemas para sobrevivir en la isla, incluso la compañía de los cangrejos es reconfortante; pero su frustración no se hace esperar con alucinaciones de por medio. Es cuando el protagonista se da cuenta que la susodicha tortuga está en tierra firme que empieza verdaderamente el elemento fantástico propio del estudio nipón.
Minimalista en ciertos aspectos, la cinta opta por la contemplación de las acciones al carecer completamente de diálogos, con una animación tradicional con poco CGI. La diversidad de su paleta de colores, en momentos abundante y en otros carente (el blanco y negro en las escenas de noche), la convierte en un onírico espectáculo contemplativo acerca del ciclo de la vida –no se trata de una aventura, se trata de toda una vida–. De hecho, el protagonista es atemporal e impersonal, nada sabemos de él y rara vez lo vemos en un plano cerrado, el rostro incluso es bastante simple, con detalles de un solo trazo; aquí lo que se pretende es platear al hombre de civilización y su convivencia con la naturaleza a través de frecuentes planos generales.
La eventual familia de este náufrago proporciona momentos de sensibilidad sin llegar al dramatismo, y aunque no cuenta con la emotividad de otros filmes de Studio Ghibli, la película funciona como una fábula sobre el humano y la naturaleza, y un gran espectáculo visual lleno de detalles. A Michael Dudok de Wit le tomó su cortometraje ganador del Oscar Father and Son (2000) para que la productora de clásicos como Mi Vecino Totoro (Miyazaki, 1988) y La Tumba de las Luciérnagas (Takahata, 1988) se fijara en él no sólo para ser el primer no japonés en dirigir una película del estudio, sino para realizar su opera prima como director. Esta gran obra de la animación es cautivadora precisamente gracias a su sencillez, e imponente gracias a su silencio.