Producción: Lady Bird
Director: Greta Gerwig
Año: 2017
Plataforma: Cartelera

 

En 5 líneas esta película: 

Es una dramedia coming-of-age

El guión es, en esencia, perfecto

Es semi-autobiográfica

Todas sus actuaciones son de cinco estrellas

La dirección es a la vez práctica y graduación

 

    

 

Si he de ser sincera, el cine independiente siempre ha tenido un lugar muy exclusivo en mi corazón. Actuaciones sinceras e historias bien contadas en lugar de sobrecostosos efectos especiales y pantallas verdes por doquier. Menos es más, ¿o cómo es? Bueno, ustedes entienden. Dicho esto, es lógico que Lady Bird estuviera apostada en mi radar prácticamente desde que Greta Gerwig se levantó y le contó al mundo que al fin había conseguido el capital que necesitaba para dirigir un guión en el que había estado trabajando por casi quince años. Diez millones de dólares para una casi biografía situada en Sacramento, California. Let the credits roll!

Soirse (¿sí saben que se pronuncia sur-sha?) Ronan interpreta a Christine McPherson, una chica de diecisiete años que ha decidido vivir su vida bajo el nombre que ella misma se ha dado: Lady Bird. Durante su último año estudiando en una preparatoria católica, Lady Bird pasa el tiempo haraganeando con su mejor amiga Jules (una fantástica Beanie Feldstein), batallando con los imposibles exámenes de matemáticas y discutiendo a capa y espada con su madre (Laurie Metcalf, lista para recibir todos los premios); Lady Bird sueña con dejar su vida en Sacramento, sueña con dejar su familia de clase media y su escuela llena de reglas; sueña con ser aceptada en alguna universidad de Nueva York y finalmente empezar su vida, cuando la realidad es que tal vez ni siquiera le sea posible pagarse un viaje fuera de California.

Hablar con la verdad es admitir que esta no es la historia que vino a cambiar la historia del cine, pero tal vez sí cómo se opte por contar historias de ahora en adelante. Greta Gerwig tomó fragmentos de su vida para escribir un guión durante casi quince años y eventualmente, darle vida en pantalla; algo tan cotidiano como suelen (y deberían) ser los coming-of-age contado con tal maestría, que una pantalla jamás se había sentido tanto como una ventana.

Tratar los altibajos del primer amor siempre es un reto, sólo miren la mitad de las películas que vamos a ver al cine, ¿cuántas de ellas realmente lo logran? O tratar un tema más delicado como es una relación madre-hijo sin caer en el completo melodrama, (I Killed My Mother, Dolan, 2009), o en una onda más escabrosa y freudiana (The Piano Teacher, Haneke, 2001) es algo que sin duda se merece unas cuantas palmas cuando es bien hecho, ¿estamos de acuerdo? Pero ¿cómo saber cuando está bien hecho? Simple y sencillamente porque todos hemos estado ahí, es algo que ahora sí que a todos nos ha pasado. Es la vida y no es perfecta, algo que Greta Gerwig entiende y usó a su favor.

Para cuando ruedan los créditos de salida, es casi imposible que no quede un atisbo de duda flotando en el aire, como un susurro o un secreto a voces… ¿Qué tanto sirve Lady Bird como precuela de Frances Ha (Baumbach, 2012)? ¿Qué tanto se puede llegar a expandir este Gerwigverso? Sea cual sea la respuesta, honestamente no importa, mientras Greta siga haciendo cine delante y detrás de cámaras. Más películas como esta, por favor.

 

 

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