Producción: Las buenas maneras (As Boas Maneiras)
Director: Marco Dutra; Juliana Rojas
Año: 2017
Plataforma: Cartelera

 

En 5 líneas esta película:

Es un relato fantástico

Explora la relación madre e hijo

Es una combinación improbable de géneros y temáticas

Es una aproximación al mito de los hombres lobo

Cuenta con una destacada actuación por parte de Isabél Zuaa

 

   

 

El cine sudamericano de los últimos años ha brindado muestras contundentes de su madurez formal y estilística. El escenario de sus historias es siempre caldo de cultivo para narraciones extraordinarias, imposibles de imaginar en ningún otro rincón del mundo. Sin embargo, dentro de su basto folclore, pocas cintas exploran la rica metáfora del cine fantástico como un medio para describir su contexto y contar historias que salgan de lo convencional, para ahondar en los terrenos de lo improbable, pero no por ello imposible.

Las Buenas Maneras, segundo largometraje en mancuerna de los directores brasileños Marco Dutra y  Juliana Rojas, nos introduce de golpe en la vida de Clara (Isabel Zuaa), una introvertida enfermera que vive en los límites marginales de Sao Paul, y Ana (Marjorie Estiano), una adinerada y misteriosa mujer que requiere de los servicios de una nana para hacerse cargo de su hijo aún no nacido. Unidas por la circunstancia, Clara y Ana comienzan a estrechar sus lazos afectivos, hasta que en una extraña serie de noche, los inusuales comportamientos nocturnos de Ana y lo siniestro de su embarazo, desencadenan en un alumbramiento macabro.

Con evidente cercanía a un clásico del cine de terror como lo es El Bebé de Rosemary (Polanski, 1968) o la más reciente Déjame Entrar (Alfredson, 2008), Las Buenas Maneras construye un peculiar e improbable relato, en el que embarazos siniestros, hombres lobo y baños de sangre se tornan en un retrato contemporáneo de Brasil. Ahí está la arraigada tradición cristiana, su punitiva moral conservadora y la marcada diferencia entre las clases favorecidas del Sao Paulo cosmopolita y el Brasil de la favela marginada de Ciudad de Dios (Meirelles, 2002).

También, se traza la representación de la figura femenina, conceptualizada en el personaje de Clara, interpretada brillantemente por Isabel Zuaa, y su vibrante capacidad de amar y combatir por lo que anhela, claro signo de su independencia y empoderamiento en una sociedad que avanza hacia sus libertades, mientras persigue y castiga la diferencia. ¿Contradictorio? Es posible, sin embargo, son estas finas ideas tejidas en el subtexto de la cinta lo que la enriquecen y le brindan una gran potencia argumentativa.

Pero no se piense que es la película es solo un comentario político. No señor, Las Buenas Maneras es un ejercicio estilístico de alto calibre, que si bien resulta una bestia inclasificable por la variedad de atmosferas y géneros que la construyen (no pueden dejarse de lado los momentos con carácter de cine musical en clave de terror), termina por ser una cinta disfrutable, de ritmo cansino, pero impecable en la construcción de un suspenso contundente y afortunado.

En síntesis, Las Buenas Maneras es un relato fantástico, en las dos acepciones del término. Tan retorcido como entrañable. Una propuesta arriesgada, pero también solvente y llena de recursos formales y narrativos que permiten contar una historia poco convencional, pero verdaderamente enigmática. Cuando terminó la proyección, me imaginé a un Del Toro en la sala, juguetón y sonriente, emocionado por la cinta que acababa de ver. Sí, Las Buenas Maneras es una cinta que sin lugar a dudas haría sonreír al jalisciense.

 

 

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