Una de las incógnitas más grandes sobre la tercera temporada de Twin Peaks, es de qué manera cambiará la televisión esta vez la creación de David Lynch y Mark Frost. Esta pregunta, que podría parecer retórica, se deriva de la primera experiencia que tuvo el par en televisión a principios de los noventa, con las primeras dos temporadas de Twin Peaks. Si bien en su segunda temporada se vio una caída en la calidad, que eventualmente llevó a la cancelación de la serie, es innegable la influencia que tuvo un autor como David Lynch en un medio, entonces tan reducido, como la televisión.
Hoy en día, a través de la televisión 2.0, estamos viviendo una avalancha de calidad en este formato al que llamamos series de televisión, donde directores de la talla de Woody Allen y actrices tan poderosas como Nicole Kidman, están incursionando en la pantalla chica. Pues David Lynch lo hizo hace casi treinta años, imprimiendo su estilo único de irreverencia, suspenso y surrealismo a una plataforma que no solo ni acariciaba aquellos lares de calidad y creatividad, era además despreciada por cualquier persona con talento como un medio para producir mero entretenimiento chatarra.
Es verdad que Lynch regresa a un ruedo por el cual ya han pasado series como The Sopranos, The Wire, Breaking Bad, y recientemente Game of Thrones y Big Little Lies, entre otras. Pero el estilo único de David Lynch y esa creatividad etérea de Mike Frost se han ganado el derecho de tener la última palabra.
En sus seis primeros capítulos, la tercera temporada de Twin Peaks ha derrochado creatividad, mostrándonos escenas surrealistas, que nos confunden y nos fascinan al mismo tiempo. También ha contado con grandes actuaciones, de pesos pesados y viejos conocidos de Lynch como Naomi Watts y Laura Dern. Pero hay algo que me ha llamado mucho la atención: la voluntad del director de construir un universo (ahora que están de moda por toda la pantalla grande). Twin Peaks originalmente fue una serie de muchos personajes, cada uno con su arco, algunos presentes en la trama principal, la de Laura Palmer y el agente Cooper, pero otros completamente periféricos. La tercera temporada parece no olvidar a todos estos personajes, pero además, Lynch y Frost parecen comprometidos a redondear, aunque sea por un breve momento, la vida de algunos personajes que ni si quiera calificarían como secundarios. Estas viñetas lynchianas, más allá de empujar la trama hacia adelante, o desarrollar algún personaje, están ahí para completar nuestra experiencia de este universo de Twin Peaks, y darnos la impresión que estamos en una dimensión habitada por personas reales, y no por protagonistas, secundarios y extras.
Aquí les dejo mis ejemplos favoritos de estas viñetas lynchianas:
Doris Truman
Doris Truman es la esposa de un viejo conocido de la serie: sheriff Truman. La tercera temporada no está ubicada en su totalidad en el pueblo de Twin Peaks, a diferencia de las dos temporadas originales. En ese respecto, Lynch y Frost parecieron no querer dejar atrás a todos los personajes de las temporadas originales, aun y cuando ya no tengan la misma importancia para la trama. Tal es el caso del sheriff Truman y su esposa. Sabemos que el matrimonio tuvo un hijo en el ejército que se suicidó, y al parecer la tragedia fue un duro golpe para la madre, quien aparentemente tiene episodios neuróticos, antes los cuales el humilde sheriff solo puede soportar en silencio. Difícilmente Doris tenga alguna injerencia en la trama principal o secundaria de Twin Peaks, pero el semblante estoico del sheriff es una fuerte marca en este universo, donde el dolor no solo es trágico y surrealista, sino también cotidiano y sofocado.
Wally Brando
El personaje de Wally Brando llega a nosotros también a través de personajes de las temporadas originales. Wally es el hijo de Andy y Lucy Brennan, quienes fungían principalmente como comedia accesoria. Tanto Andy como Lucy han tenido poco tiempo en pantalla esta temporada, mostrando algunos destellos de la irreverencia que mostraban en las primeras dos. Fue una sorpresa tanto ver al hijo de la pareja, así como a Michael Cera interpretándolo. El personaje es un homenaje –dentro y fuera de la historia– a Marlon Brando, específicamente de su papel en The Wild One (Benedek, 1953). Wally supuestamente nació el mismo día que el legendario actor, aunque esta afirmación no cuadra ni dentro ni fuera de la historia (difícilmente ese par sabe que día nació el actor). La viñeta pareciera ser un final feliz para Andy y Lucy, quienes no van a ningún lado en la trama; pero también es un enigmático monólogo de un personaje completamente improbable: por un lado parecer ser un rebelde, pero por otro es todo un caballero, elocuente y letrado. También uno jamás se hubiera imaginado que un par de tribilines como Andy y Lucy pudieran criar a un joven tan encantador e inteligente. ¿Veremos más de Wally? Ojalá y sí.
Supervisor Burns y las trillizas
Cuando se nos introdujo al personaje de Dougie por primera vez, lo vimos como una especie de caricatura, de esas de cuando al monito sin saber lo que hacía, trompicándose por toda la pantalla, le salía todo bien. Dougie, prácticamente sin saber ni hablar ni ir al baño, entra a un casino y por intervención divina, empieza a pegarle a los jackpots en las máquinas tragamonedas. Posteriormente vemos que al supervisor del casino le costó nos solo su trabajo, bajo sospecha que era cómplice del improbable suertudo de Dougie, sino también una madriza. Es curioso que Lynch y Frost nos hayan querido mostrar el destino de este supervisor, que le tocó la mala leche de estar en turno cuando Mike el espíritu decide ayudar al desgraciado agente Cooper; en verdad no hay buen samaritano que se vaya sin castigo, pero lo que resulta por demás lynchiano son las trillizas disfrazadas de tutú rosado que entrar a presenciar la golpiza. Las tres mujeres parecen estar acostumbradas a estos eventos, ya que ni se inmutan; por otro lado, a nosotros nos dejan con un sabor a dulce sadismo irreverente, el cual tal vez no podemos racionalizar del todo, pero del que esperamos ver mucho más.
El niño atropellado
Esta viñeta del sexto episodio está relacionada con un personaje llamado Richard Horne, cuyo apellido es una institución en la serie. La tragedia ocurre después de una escena que nos hace pensar que existe más de un demonio suelto en este universo, además de Bob el asesino (el hoy poseedor del cuerpo del Agente Cooper). La escena también ocurre en la esfera personal de un viejo conocido de la precuela Fire Walk With Me (Lynch, 1992), Carl Todd. La secuencia es brutal; es dura y directa y muestra la muerte de un niño, nada más y nada menos. Y todo parece ser un mero accesorio en el arco de este misterioso integrante de la infame familia Horne. No está claro exactamente de qué le sirve este asesinato a la trama, pero mientras esto se dilucida, Lynch y Frost se encargan de mostrarnos el tremendo dolor de la madre, que acaba de presenciar en primera fila, el brutal asesinato de su hijo.