Producción: Los Muertos no Mueren
Dirección: Jim Jarmusch
Año: 2019
Plataforma: Cartelera
En 5 líneas esta película:
Es de humor absurdo
Tiene todo el estilo de su director
Tiene un buen elenco
Es de ritmo aletargado
Puede no ser para todo mundo
La filmografía del estadounidense Jim Jarmusch es una experiencia coral, que atraviesa diferentes géneros e historias, de las cuales lo más interesante siempre son los personajes que crea: personas comunes y corrientes, desadaptados, extraños, viajeros, excéntricos, apáticos o locos. Muchos de ellos se basan el mismo director, como el caso de los personajes de John Laurie en Extraños en el Paraíso (1983), Chris Parker en Vacaciones Permanentes (1980) o Tom Waits en Por Debajo de la Ley (1986), pero también están basados sus gustos y sus vivencias: Adam Driver en Paterson (2016), Forest Whitaker en Ghost Dog: el Camino del Samurai (1999) o los vampiros rockeros de Solo los Amantes Sobreviven (2013).
En una entrevista de 2016 menciona: “Me gusta que el espectador sienta el paso del tiempo, por lo que uso un estilo mínimo, austero. Algunos críticos señalan que mis películas carecen de trama, y probablemente tienen razón”. Bajo ese mismo principio, su nueva producción, Los Muertos no Mueren (2019), cumple de manera puntual esta característica. La simpleza de su premisa −el mundo se movió de su eje por causa del fracking y eso ha despertado a los muertos en un pueblo pequeño de Estados unidos− o su aletargamiento y apatía para contar la historia se alejan de toda pretensión antes mostrada por el cine de zombies.
Las críticas al consumismo, el uso ético de la ciencia o la capacidad de supervivencia de la sociedad son puestos a prueba en este tipo de películas. El enemigo colectivo se diferencia del típico villano o de la misión de aventura contra reloj. Es la incertidumbre de lo que pueda pasar lo que las hace tan atractivas. Pero en la historia de Jarmusch, el pequeño pueblo de Centerville vive dentro de una apatía y conformidad tal, que un ataque de zombies poco llega a sacudir su espíritu amodorrado. Quien esté esperando una cinta de zombies llena de acción como Exterminio (Boyle, 2002) o una comedia desbordante como en Muertos de Risa (Wright, 2004), se dará de topes al entrar al mundo del hijo de Lee Marvin.
La tríada policiaca de Adam Driver, Bill Murray y Chloë Sevigny, con ayuda de la exótica Tilda Swinton, hace de este universo una cosa absurda que te hace cuestionar el sentido de lo que se está viendo en pantalla.
Pero Jarmusch es alguien lejano a un tonto y cumple con su objetivo de alienar al público con una aventura donde lo que pasa ocurre sin razón alguna, y las pocas explicaciones pseudocientíficas carecen de sustancia, todo bajo la intención de dejar esperando el gancho que uno podría buscar en una bien encausada película de zombies. Aunque bien existan las fórmulas o clichés dentro de ella, están deslactosadas hasta sus formas más simplonas para hablar de su incipiente uso en otras películas, amén de que existan referencias al cine de George Romero, pero también otra clase de cine de terror o serie B. Y no es que al director le interese hacer una crítica al cine con el que creció, o matarnos de risa con su comedia de absurdos, sino revisitar y entender los lugares comunes de una tradición extensa, misma a la que le va perdiendo interés como avanza la historia.
Al final, los mismos personajes se someten a su conformidad y traicionan su mentirosa promesa de que todo va a estar bien, un rasgo que, nos muestra, existe también dentro de quien le ve con otras expectativas. Esto no es extraño si se considera que para el cineasta, el realismo consiste en la no existencia de una trepidante historia, e incluso la artificiosidad con las que sus personajes nos recuerdan que estamos ante una ficción cumple su función completamente alienante.
Un ya ni modo dentro y fuera de la pantalla, que desconcierta a quien, entrando a una sala de cine, se aleja de su propia vida por un par de horas. Aunque siendo sinceros, llega a estar lejos de la belleza y profundidad de otras cintas del mismo autor.