Producción: Maniac
Creador: Patrick Somerville
Año: 2018
Plataforma: Netflix

 

En 5 líneas esta serie:

Es de drama y ciencia ficción

Tiene rasgos de surrealismo

Tiene un elenco dedicado

Tiene un gran diseño de producción

No está hecha para conectar con el público general

 

  

 

Cary Fukunaga hoy en día está convertido en uno de los mejores mercenarios de la industria de la televisión 2.0. El director hizo su gran debut en este plano dirigiendo la primera temporada de True Detective (HBO, 2014), la cual resultó un éxito con el público y la crítica. Posteriormente le entregó a Netflix su primer gran estreno de largometraje en la plataforma con Beasts of No Nation (2015), acto seguido apareció en la cadena TNT como productor ejecutivo de la sólida miniserie The Alienist (2018) y ahora lo tenemos de regreso en Netflix dirigiendo la miniserie Maniac. Esta producción, basada en una serie noruega la cual sigue trasmitiéndose, trata de un par de desadaptados sociales que se inscriben en un programa experimental que promete curarlos de todas sus dolencias. Como era de esperarse, el programa es bastante experimental y la supercomputadora que funge como el elemento clave en el tratamiento, pues resulta que, también tiene algo de problemas de adaptación social.

La historia está ubicada en un futuro distópico, que mezcla elementos del consumo de redes sociales de nuestros días con un futuro anacrónico noventero que tiene más animatronics que efectos generados por computadora. De la misma forma, gracias a los viajes mentales del tratamiento, la historia nos da una paseada por distintos universos, entre ellos uno que se asemeja al del Señor de los Anillos. Estos universos alternos (al nuestro) resultan de lo mejor de la serie.

No obstante, las buenas noticias para la serie terminan aquí.

De entrada, esta es una serie que en papel ya deja atrás a muchos espectadores casuales, especialmente aquellos que buscan entretenimiento inmediato, sin mucha necesidad de una propuesta que los haga pensar. Por otro lado, la serie entra en terreno que aunque de apariencia rara, no por ello menos explorado. Es innegable remitirnos a otra gran obra exploradora del psique, tal vez la más memorable del subgénero de los últimos tiempos: Eternal Sunshine of the Spotless Mind (Gondry, 2004). El asunto aquí es que sin importar las ganas que le echen Jonah Hill y Emma Stone (quienes lo hacen sin dejar dudas), nunca jamás estarán a la altura del duo dinámico de Jim Carrey y Kate Winslet. Por otro lado, Maniac también nos remite de gran manera a otra obra creada para confundirnos en nuestra mente: Inception (Nolan, 2010). Particularmente, de esta obra hay elementos sacados directamente, como el recurso del subconsciente militarizado, el cual aquí esta representado por los demonios del subconsciente. También, el recorrido por la mente de nuestros protagonistas está dividido por capas, entre los cuáles cada que avanzamos el reto se vuelve más profundo y más significativo. Ni se diga de el antagonista, quien aparece casi como un deus ex machina para poner en peligro la misión. Y por último, lo más importante de todo, a final de cuentas, el tratamiento experimental no deja de ser nada más y nada menos que una incepción en sí misma, más parecida a la que utiliza el personaje Leonardo DiCaprio para librarse de su difunta esposa que a la que utiliza como modus vivendi.

Es una terrible trampa tratar de comparar cada nueva producción con lo que ya existe, porque entonces siempre nos va a quedar poco o nada. El problema es que Maniac, después de todos estos elementos, no logra sumar más como un todo; no encuentra su voz ni nada nuevo que decirnos, más allá de que está bien no estar bien. Pero para ello, ya tenemos a un adorable y desagradable caballo que habita en la misma plataforma que Maniac.

Quien está hecho para disfrutar de Maniac, seguro se sabe de memoria estas tres grandes obras que le preceden. Aunque también, seguro se terminará esta miniserie con gusto.

 

 

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