Producción: Mank
Dirección: David Fincher
Año: 2020
Plataforma: Netflix

 

En 5 líneas esta película:

Es una obra de época

Tiene una base histórica interesante

Tiene un buen guión

Tiene buenas actuaciones

Depende un poco del contexto

 

   

 

Cuando Orson Welles estrenó Ciudadano Kane en 1941, consciente o no, dio al mundo una obra que ha ejemplificado el American Way of Life aún hasta nuestras fechas. Es así que David Fincher retoma la historia que rodea a la que durante un buen tiempo fue considerada  por diversos grupos la mejor película de la historia, para su más reciente cinta: Mank.

Pero en ella peca de iconoclasta de la figura del gigante de Kenosha para virar su mirada a un aspecto igual de sustancial en la concepción de la película: el guionista Herman J. Mankiewicz, un personaje olvidado, si se quiere inusual, pero por demás enriquecedor.

Kane es una obra completa y compleja, desde su concepción hasta su factura, es impensable el cine norteamericano sin ella, no obstante, existe una extensa bibliografía y una más modesta filmografía (véase The Battle Over Citizen Kane o RKO 281) al respecto de su creación, por lo que es natural pensar que además de tener una base histórica sólida, Fincher tenga un mayor interés en retratar a la industria (y por consiguiente, a la sociedad) que la hizo posible. Como si se replanteara el mito de la creación con un personaje secundario en primer plano, Fincher nos cuenta la escandalosa historia que rodea al guión de la cinta, su concepción en la mente de Mankiewicz y su disputa con Welles por el crédito del guion ganador del Óscar de 1942.

En tiempos de la Segunda Guerra Mundial el cine de todo el globo disfrutaba una época dorada como medio de comunicación, entretenimiento y hasta de panfleto político, pero en la maquinaria gigantesca que es Hollywood era también un campo de batalla entre titanes de la industria, las voces y carteras más poderosas de todo el lado oeste del país. Sin embargo, las condiciones laborales eran precarias por la situación mundial y las clases obreras sufrieron las medidas que permitieron a los ricos un resguardo. Mank, por otro lado, era un observador perspicaz, judío altruista, lengua larga e ingenioso, que retrató desde adentro los vicios de los que formó parte y hasta cierto punto entendió más de lo que quisiera. Aunque Welles provenía del lado este, era uno de ellos: hijo de artistas y rodeado de la alta cultura de Nueva York, considerado un joven genio que tenía un futuro próspero en el mundo del arte. Y por otro lado tenemos a William Randolph Hearst, dueño de un imperio de medios de comunicación, periódicos y fuerte inversor en el cine de entretenimiento. Hearst fungió de base para la visión que tuvo Welles de Charles Foster Kane, pero fue la pluma de Mank quien retrato a la figura, pues, como nos muestra la cinta, él se había inmiscuido en la vida personal del magnate de forma poco convencional y además contaba con razones personales e ideológicas para darle un golpe de tal vuelo.

De cierto modo, Mank se convirtió en un iconoclasta de Hearts así como Fincher dio la espalda a Welles para hablar sobre el verdadero nombre detrás el guión, pues gracias a su poco convencional estructura narrativa, más cercana al pensamiento, la memoria y la imaginación que a la narración historiográfica, es que esta cinta se ganó lo elogios y las palmas que le siguen a lo largo de la historia. Fincher nos apunta a una industria salvaje, insensible, tramposa, manipuladora y falsa, donde el dinero es la mayor de las verdades y la verdad el peor inconveniente a los intereses de los grupos en el poder. Con ello no solo cuestiona (en el buen sentido de hacerla más compleja) la obra de Welles, sino las condiciones en las cuáles Mank retrató la sociedad norteamericana de la década de los cuarenta, para traerlas al presente a través de emular el estilo visual, narrativo y hasta sonoro (en la entonación del reparto, por ejemplo) de la obra original como homenaje o como paralelismo entre su tiempo y el nuestro.

¿Ciudadano Kane dejará de ser una cinta relevante para el cine y la cultura  norteamericana alguna vez? Fincher responde que no, pues en su seno yace la base de la ideología hegemónica dentro y fuera de la pantalla y  mientras eso continúe, seguirá arrojando una respuesta para cada pregunta. Hablar de Kane es hablar de aquel país, de su industria y su ideología, hablar de Mank es hablar del eco de ese mito que sustenta las mismas bases en el presente.

 

 

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