Producción: Me Estás Matando Susana
Director: Roberto Sneider
Año: 2016
Plataforma: Cartelera

 

En 5 líneas esta película:

Es de drama y comedia

Está muy bien actuada

Es entretenida

Es machista

Está llena de estereotipos

 

 

 

Roberto Sneider, en colaboración con Luis Cámara en el guión, presenta una adaptación de la novela “Ciudades Desiertas” de José Agustín. La historia cuenta sobre Eligio, interpretado por Gael García Bernal, un actor de teatro que persigue a su esposa Susana, interpretada por la española Verónica Echegui, hasta una ciudad recóndita en Estados Unidos, donde la prometedora escritora participa en un curso de creación literaria en una universidad. Snider navega de forma muy ligera entre los conflictos de las parejas mexicanas urbanas, con un tono cómico y despreocupado, dándole protagonismo a la perspectiva de Eligio, otra encarnación del galán de barrio: carismático, coqueto, dramático e impulsivo, quien descubre una mañana que el amor de su vida se marcha sin avisar ni dejar rastro de su paradero, cuando en su ingenuidad, él asume que todo marcha “de poca madre”.

Gael aborda su rol con mucha soltura, regalándonos momentos muy graciosos, ya sea explorando las contradicciones de ese mito llamado “macho mexicano”, o experimentando el choque cultural entre las formas gringas y las propias, una vez que cruza la frontera en busca de su huidiza amada. Susana, por su parte, tiene una personalidad contenida, pero con un creciente vacío existencial que Eligio agrava con su egoísmo e indiferencia, motivándola a huir de su presencia en busca de respuestas que le den un sentido a su vida y a sus relaciones; o al menos es lo que nos propone José Agustín en la novela, y es aquí donde la película falla. En la segunda mitad de la trama, el desequilibrio entre el desarrollo de los personajes principales es brutal, provocando un desenlace decepcionante de matices machistas.

Al comienzo la historia promete, relatando con humor muy humano la aventura de Eligio para llegar a Susana e intentar convencerla de que vuelva con él. Eventualmente todo se va desmoronando debido a que nos quedamos esperando por la visión de Susana, que el director suprime. Esta falta provoca que para el desenlace de la historia, en una última confrontación entre la disfuncional pareja, todas las apuestas estén irremediablemente a favor de su esposo, de forma injusta. Este problema es más grave de lo que parece, ya que desmeritar la odisea personal de Susana, la convierte en un berrinche sin gravedad, y predispone a la audiencia a la arraigada concepción de que los problemas emocionales de la mujer no tienen la misma relevancia que los masculinos.

La falta de transparencia y resoluciones prácticas en las andanzas de Susana nos invita a mofarnos una vez más de la complejidad femenina, y colocar sobre el pedestal histórico la estatua del macho, preferible por conocido. Se pierde así la oportunidad de redondear una entretenida historia sobre dos personas que se aman profundamente aunque no sepan cómo vivir juntos.

 

 

 

 

 

 

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